Algunas personas, especialmente las primitivas y las sanguíneas o coléricas, tienden a reaccionar con suma rapidez ante los estímulos externos, a veces con vehemencia e incluso con violencia.
Para estas personas, que a partir de ahora vamos a llamar “reactivas”, son el estimulo o la agresión los que condicionan el comportamiento, no son señores de sus actos, no son libres de escoger el camino en función de sus principios, de sus valores o lo que es aun más importante de lo fríamente aconsejable en cada situación.
Contrariamente las personas “proactivas” responden de acuerdo a su voluntad y principios. Disponen en cada situación conflictiva de una especie d modem entre el estimulo y la respuesta para poder actuar con más libertad y sin perder la compostura.
Hace siglos que la sabiduría popular recomendaba contar hasta diez antes de contestar. No se trata tanto de ejercitar la paciencia como de asumir un comportamiento de orden superior en todos los casos.
Las personas reactivas hacen siempre responsables de sus comportamientos a la agresión externa, a otros factores ambientales y en último termino al propio carácter como factor exógeno a la persona.
Los individuos proactivos se hacen responsables de sus actos, actúan con independencia, evalúan alternativas y responden en función de sus principios y valores, en la forma idónea para alcanzar la meta más adecuadas en cada ocasión.
Stephen R. Covey ha creado un ingenioso modelo grafico representado por dos círculos concéntricos. El círculo mayor representa el ámbito de preocupación del individuo y encierra todas las cosas o asuntos que pueden afectarle. El segundo círculo concéntrico e inscrito en el anterior representa el ámbito de influencia del individuo, comprendiendo los temas sobre los que actúa e influye.
En la medida en que actuamos en forma proactiva sobre lo que nos interesa, sobre aquello en que podemos y debemos ocuparnos, hacemos crece el circulo interior, reduciendo el espacio del ámbito de preocupación. Contrariamente las personas más reactivas pierden el tiempo y la energía en asuntos no controlables, reducen su círculo de influencia y conceden áreas crecientes al círculo de su preocupación.
No ser presa fácil de la cólera o del pánico, mantenerse sereno en las ocasiones en que otros pierden la compostura, no son solo comportamientos ejemplares para los demás y potenciadores de la autoestima. Incrementan nuestra capacidad de influencia sobre el entorno y nos capacitan para adoptar las acciones más objetivamente aconsejables.
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