La palabra riesgo originalmente era entendida como lo que deparaba la providencia, todo lo que se atribula cono decisiones de la divinidad y que obviamente afectarían el curso de las actividades de los hombres. Los mercaderes fenicios realizaban viajes largos y riesgosos, si ocurría algún percance, se consideraban que este había sido provocado por los dioses.
A pesar de toda la tecnología que hoy se posee, los empresarios siguen enfrentados al riesgo, y como en la época de los antiguos fenicios, no todos los riesgos pueden prevenirse ni se puede calcular el daño que ocasionarán. Sin embargo, los mercaderes fenicios proveían los acontecimientos negativos y planeaban sus actos de tal forma, que se aseguraban que las disposiciones celestiales les afectaban lo menos posible. Igual que estos osados mercaderes, los emprendedores se preparan para tomar riesgos calculados.
El empresario se encarga de medir y minimizar los riesgos. Con información, conocimiento y su experiencia no se lanza a una empresa a tontas y locas sino más bien procura compartir el riesgo con otros actores de su entorno. Por ese motivo actuará considerando los posibles problemas y daños que pueda encontrar preparando anticipadamente un plan de acción que lo proteja.
De otro lado, la incertidumbre es el ambiente en el que trabaja, por tanto se acostumbra a tomar decisiones en medios ausentes de estructuras, tolerando la presión y el conflicto. El riesgo se puede medir, la incertidumbre no.
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