INTRODUCCIÓN
En su libro Interpreting Personality Theories, Bischof (1970) dice:
«En general, gran parte de las concepciones acerca de la teoría de la personalidad se mueven alrededor de motivos que explican la conducta del hombre». Es precisamente esta observación con él o los porqués de la conducta humana, entretejida con un error histórico y persistente, lo que, en mi opinión, ha tenido que ver con la incapacidad de desarrollar una teoría adecuada, verdaderamente comprensiva, de la personalidad y del comportamiento humano.
Ese error histórico y persistente se puede resumir en pocas palabras. Los personólogos, desde Freud, han tratado de encontrar el porqué de la conducta humana dentro del individuo. Unos, corno Freud, en su urdimbre biopsíquica; otros, corno Jung, en la trama biopsicogenética racial; otros más, como Karen Horney y Sullivan, en el entretejimiento de las relaciones interpersonales del individuo, particularmente dentro de la familia. Toda una pléyade impresionante de distinguidos psicólogos, Rogers, Maslow, Goldstein, Mc Clelland, Lecky, Snigg y Combs, Moustakas, etc., conocidos corno psicólogos del yo (self psychologist), han querido ver por qué fundamental de la conducta humana en el concepto que los individuos se forman de su propio yo, en la estructuración de este yo, y en la búsqueda de la actualización de sus potencialidades. Otros, corno Fromm y Karen Horney entrevieron la posibilidad de que la sociedad interviniera en algún aspecto y mezclaron conceptos psicodinámicos y sociológicos. Ni siquiera los grandes y rigurosamente empíricos psicológicos estadísticos tales como Eysenck y Cattell, han logrado superar el error histórico de todos los personólogos.
El porqué, la explicación de toda la conducta humana deberá encontrarse ya no en el individuo aislado, sino en aquellas características de las que todos los individuos participen por término medio. Así, en su Estudio Científico de la personalidad, Eysenck, llega a las tres dimensiones de la misma, que son: a) La introversión, o del superyó y la extraversión o del ello; b) La del neuroticismo – no neuroticisrno; y c) La del psicoticismo no psicoticismo. De este modo, una personalidad resulta ser de una u otra forma de acuerdo con el grado hasta el cual se posean las características de esas escalas bipolares, es decir, qué tan extrovertidos o que tan introvertido se es, qué tan neurótico o qué tan no neurótico se es, y que tanto de psicoticismo o de no psicoticismo se padece.
Eysenck parece pensar que la personalidad, definida por estas dimensiones, se fundamenta en bases biológicas neurales. Es este caso se postulan tres facetas de la personalidad, que se pueden estudiar genuinamente dentro de cada cultura para determinar su grado de existencia y su variedad específica, así como sus relaciones con las determinantes áreas autóctonas de la personalidad.
El gran error histórico consiste, sencillamente, el hecho de que el porqué de la conducta de los seres humanos, o de que el porqué de la conducta menos la parte más importante del porqué de está no se encuentra ni en su constitución biológica ni en sus constitución psíquica. El porqué de la conducta de los seres humanos debe buscarse, de manera fundamental, en la circunstancia históricosociocultural en la que han nacido y en el cual se han desarrollado.
Pero, ¿Por qué se ha cometido históricamente este error, y por qué su persistencia? En otro ensayo, se trata más extensamente este punto; digamos aquí que esto depende, en forma básica, según mi opinión, del egocentrismo, una característica humana cuasi universal. Es la misma característica que hizo de la Tierra el centro del Universo y que necesitó de la metodología científica y de un Copérnico para superarla.
Los psicólogos personólogos, como los seres humanos antes de Copérnico, ven al sol que sale en el oriente y pone en el poniente como si girara alrededor de nuestro propio yo, todavía lleno de orgullo. Dicho en términos sencillos, como se observa en la figura 2, las teorías intraindividuales sostienen que el ecosistema humano se explica a partir de un conocimiento detallado del ecosistema humano en el que nace y crece.
Los Cómos y los Porqués en las Teorías del Comportamiento Humano.
Qué hubiese sucedido si a lo largo de la psicología corno ciencia se hubiese considerado que la meta fundamental de esta disciplina consistía en estudiar el cómo de las funciones psíquicas, y bajo este criterio exclusivo desarrollar las teorías correspondientes, desentendiéndose de la búsqueda de los porqués?. Supongamos que un gran hombre, poco después de Wundt, hubiese definido así a la psicología: «La psicología es la ciencia de las funciones psíquicas. Su interés único es el de determinar cómo se realizan estas funciones psíquicas». Una ciencia así habría sido exactamente corno la fisiología, en la cual se estudia al estómago y sus funciones en la digestión, al pulmón y sus funciones en la respiración, al riñón y sus funciones en la excreción; sin preguntar jamás por qué el riñón desempeña esas funciones o por qué las tiene así el estómago, etc. aquí el porqué es interesante sólo cuando las funciones dejan de hacerse «fisiológicamente» es decir, «normalmente», y entonces se pregunta: ¿Por qué el estómago no produce ácido clorhídrico? O, ¿Por qué lo produce en exceso y no produce protectoras de la mucosa y como resultado se crea la úlcera gástrica?, etc. En realidad, el área de la psicología como ciencia auténtica, debió haber sido originalmente atender sólo a cómo se realizan las funciones del psiquismo humano, es decir, cómo aprendemos, como pensamos, como la memoria, como percibirmos, como nos emocionamos, etc. Y las preguntas que implicasen los porqués dentro de esta rigurosa disciplina debieron haber sido: ¿Por qué un sujeto no aprende como los demás?, ¿Por qué la percepción de uno es tan extraordinariamente distinta de la percepción de otro?, etc. también hubiesen sido perfectas las preguntas siguientes: ¿Cómo se podrá mejorar ·la eficiencia del aprendizaje de la memoria?, etc. Estás últimas interrogantes las empezaron a plantear los funcionalistas: Dewey, Angell y Carr, pero ha sido Skinner quien sistematizó en forma amplia las maneras de mejorar la eficiencia de ciertas funciones psíquicas. El apelativo «ingenieros del comportamiento no está mal usado cuando se refiere a los Skinnerianos. Ellos, como se sabe, señalaron que era mejor no tener una teoría. Parte de lo que quisieron decir, pienso, es que no les interesan los porqués, que ellos podrán ayudar, a quien lo pida, a realizar con más eficiencia cualquier comportamiento que desee mejorar. El problema ético queda en las manos y a discreción del cliente; si un sacerdote quiere enseñar catecismo con más eficiencia, contratará al ingeniero del comportamiento y este le dirá como hacerlo. También lo harán para el matemático o el médico que quieran enseñar mejor sus disciplinas, etc, etc. Si así hubiera sucedido, es probable que el número de confusiones y de problemas habría sido menor. Sin embargo, y en esto la influencia de Freud fue preponderante, la pregunta del porqué de la conducta humana, al introducirse dentro de las limitaciones de una ciencia que estudiaba o debería estudiar exclusivamente los modos o maneras del funcionamiento psíquico, tenía que provocar tremendas confusiones que no podían ser resueltas hasta que no se llegase al convencimiento de que las preguntas relativas al porqué no pueden ser respondidas de manera exclusiva por las variables psicológicas y biológicas; sino que debe hacer intervenir un gran número de otras variables: históricas, culturales, sociales, económicas, políticas, etc, es decir, el total del ecosistema humano tanto en sus aspectos geográficos como en los históricos y biopsicosociopolíticoculturales.
El Concepto del Ecosistema Humano.
El enfoque ecológico en las ciencias sociales postula que la sociedad y las comunidades humanas son un sistema complejo de interdependencias análogo al ecosistema natural en biología. Los biólogos, a diferencia de los científicos sociales, han logrado operacionalizar y cuantificar un buen número de los aspectos críticos del ecosistema natural. El concepto de ecosistema se desarrolló para ayudar a los ecólogos en la aplicación de la permanencia o los cambios en el tamaño, mezcla, distinción de las especies subhumanas en un área dada. Resultaba claro, por ejemplo, que una mezcla única, o comunidad particular de plantas y animales eran características casi constantes de ecosistemas con cualidades semejantes. Los ingredientes del ecosistema que, por ejemplo, determinan el tipo de plantas que pululan allí, son llamados elementos «abióticos». El agua, minerales, luz solar y composición orgánica del suelo, son componentes de estos elementos abióticos. Las plantas y la vida animal de un ecosistema constituyen los elementos «bióticos». En todo ecosistema hay relaciones complejas no sólo entre los elementos bióticos y abióticos, sino entre los bióticos. Ciertos animales grandes se comen a los chicos. Grandes y chicos, comen insectos, los insectos devoran otros insectos o plantas. Al morir los animales y plantas se descomponen. A causa de esto y de sus excreciones, fertilizan otras plantas, etc. A estas relaciones de nutrición se les llama: organizaciones tróficas. Así, los biólogos definen al ecosistema como un conjunto formado por la interacción de los organismos vivos entre sí y con los factores físicos y químicos de su medio.
Ralph Catalan, en Ciencias de la Salud y Urie Bronfenbrener en Psicología, han realizado importantes esfuerzos por deslindar y contribuir a operacionalizar aspectos interesantes de lo que aquí llamaremos el ecosistema humano. El primero, al partir de los esfuerzos de la Escuela de Sociología de Chicago, es decir, de la analogía entre las metrópolis y el ecosistema natural y las proposiciones espaciales que relacionan las áreas de la ciudad a sistemas de producción y distribución de bienes (organizaciones tróficas), muestra la clara relación de áreas de la ciudad con tasas de enfermedad y delincuencia, Bronfenbrener, por su parte, ofrece una clara taxonomía, acerca de los ingredientes del ecosistema psicosocial.
El presente enfoque, el del ecosistema humano fundado en variables históricas bio – psico – socio – económico – político – culturales intenta ser interdisciplinario. En un reciente esfuerzo, las medidas que se desarrollaron procuraron operacionalizar aspectos psíquicos, en analogías con los bióticos y aspectos apsíquicos, en analogía con los abióticos. Allí por ejemplo, se muestran las relaciones que existen entre el ecosistema psicosocioeconómicocultural y la calidad de la vida.
En otros estudios el ecosistema cultural humano ha sido relacionado con aspectos cognitivos, de la personalidad y sociales del desarrollo humano individual; y en otros más se ha tratado de relacionarlo con la evolución de los sistemas sociales.
La figura 3 muestra a las disciplinas en las que habrá que operacionalizar las variables pertinentes para obtener una más completa explicación y, tarde o temprano, una predicción del comportamiento humano. Como se observa dentro del ecosistema humano general habrá que distinguir el nicho que nos interese en un momento dado. Allí quedan ilustrados, como ejemplos, los nichos del trabajo, la familia, la escuela, la iglesia, el hospital, etc. Es precisamente la concepción de un ecosistema humano, y de considerar a la psicología como el estudio del comportamiento de los organismos en íntima relación con su ecosistema, que ha permitido el desarrollo pionero de una nueva disciplina, la etnopsicología.
La Dialéctica Individuo – Cultura
Central al ecosistema humano es la cultura. Los términos culturales y/o cultural tradicional, que dentro de esta teoría representa lago más como lo que Hegel llamaría la tesis, son fenómenos complejos. La cultura tradicional en la que nacemos y crecemos es, a su vez, función de la historia de cada cultura; la comprendemos como un gigantesco sistema de información desarrollado en las vicisitudes históricas por las personas, individuos, los grupos sociales y la sociedad entera, han tenido que pasar y, naturalmente, incluye información respecto de variables de tipo sociológico, es decir, estructurales, como son las instituciones y los grupos desde la familia hasta el gobierno de una nación, e incluye también variables de tipo económico. Así la cultura tradicional es la médula del ecosistema de los seres humanos. Esta expresa, y la medimos, fundamentalmente por medio de afirmaciones ideales a las que denominamos premisas históricosocioculturales. Estas premisas establecen, en su forma más absoluta, como las ideas de Platón, cómo deberán conducirse los individuos de una cultura dada.
Estos estudios previos se ha mostrado que el desarrollo de la personalidad del estilo de confrontación que utilizamos para arrastrar problemas, el desarrollo tanto de las capacidades intelectuales como del estilo cognoscitivo que utilizamos como estrategia para cernir la información, la vocación que despleguemos y hasta la moral y el grado de normalidad o anormalidad que alcance nuestra personalidad, son funciones básicas de la cultura en que nacimos, de las personalidades de los transmisores de esta cultura y de los métodos que se hayan utilizado en nuestra socialización con el fin de contrarrestar a las fuerzas contraculturales.
Hasta donde la teoría y los datos permiten afirmar, las más poderosas fuerzas contraculturales son las diversas reacciones individuales, o la rebelión biológica y psicológica (aquí caben los impulsos o motivos
estrictamente individuales como la sexualidad o la búsqueda del poder) hacia la P. H. S. Cs. aceptadas en un ecosistema. Otras fuerzas conculturales, las cuales, por lo general actúan contra las tradiciones, son los movimientos de las juventudes, la sima intergeneracional, la ciencia y la tecnología, la educación liberal, la modernización, la urbanización, la movilidad social, las migraciones, los medios masivos de comunicación y, ocasionalmente, revoluciones políticas y religiosas.
Todas estas, tanto como la rebelión individual, que es probablemente la más importante, tienden a provocar cambios en el sistema social. Las fuerzas contraculturales son, pues, la antítesis. La dialéctica individuo – cultura o cultura – antítesis. La dialéctica individuo – cultura o cultura – contracultura es fundamental para comprender el desarrollo humano y la evolución de los sistemas sociales.
Como se ha visto anteriormente, el concepto de cultura – contracultura es más amplio e incluye al de la dialéctica individuo – cultura. Sin embargo, en Psicología Clínica, esta última dialéctica es la más importante. En la figura 4 se ilustra como el individuo biopsíquico, a partir de sus premisas personales (y éstas incluyen a todas las disposiciones que por motivación biopsíquica llega a tener el individuo), las premisas interpersonales, las económicas, las políticas, etc., se enfrenta durante su desarrollo con las premisas historicosocioculturales con las cuales lo han socializado, mediante distintos métodos, sus padres. En esta teoría la personalidad individual es el hito en donde se avienen las fuerzas culturales y las contraculturales.
La Etonpsicología
Como se indicó antes, una consecuencia ineludible del pensar ecosistémico en psicología es que la psicología de la personalidad tiene que ser autóctona. Las dimensiones fundamentales de la personalidad del mexicano tendrán que determinarse en México mediante estudios con sujetos mexicanos. Todo parece indicar que México se anticipó a las demás naciones al fundar una etnopsicología científica. Ya fueron enumerados en un estudio una serie de postulados y una serie de metas que deberá perseguir una etnopsicología de tipo riguroso. Además de las trece dimensiones socioculturales de la personalidad que he descubierto y a las que luego me referiré, otros psicólogos sociales han venido descubriendo dimensiones típica de la personalidad de los mexicanos.
Una dimensión se puede considerar autóctona no sólo si su conceptualización es idiosincrásica o diferente de una dimensión nombrada con el mismo nombre en otra cultura, sino también cuando su conceptualización es semejante a una dimensión «Universal» y muestra una significativa varianza diferente a la que se encuentra en otras culturas.
Si bien se ha admitido que hay maneras distintas de acercarse a la medición del ecosistema y de la cultura a las utilizadas por este autor, se ha sostenido que la parte más importante de lo cultural es lo que llamamos las premisas históricosocioculturales; a) Una afirmación culturalmente significativa respaldada por una mayoría operacionalmente definida de los sujetos de un grupo o cultura dadas, y b) Es también, en forma particular, una afirmación que será respaldada diferencialmente mediante las culturas, ya sea conforme a la media aritmética o la desviación estándar.
En la investigación descubrimos que algunas de las P. H. S. Cs., eran prescriptivas, tal como: «Una mujer debería ser virgen hasta que se case», mientras que otras implicaban claramente un juego psicodinámico con el medio, es decir, incorporaban el estilo de confrontación prevalente en la cultura dada. En este contexto, el estilo de confrontación sólo podría ser automodificador o autoafirmativo. En el primer caso, el individuo se adapta a las demandas del ecosistema, en el segundo trata de modificar el ecosistema a fin de resumir una larga historia a partir de un gran número de P. H. S. Cs. que fueron aplicadas a diferentes tipos de poblaciones, fueron extraídas trece escalas factoriales. Puesto que se descubrió que muchas de estas P. H. S. Cs. eran respaldadas por una mayoría de los individuos en varias en varias muestras independientes, resultó simple postular que unas representaban creencias tradicionales y otras maneras de confrontación de los mexicanos, e incorporaban un aspecto significativo de la sociocultura mexicana. (Ver figura 5).
Ya con estas medidas a la mano, fue fácil teorizar que la calificación de un mexicano en estas escalas factoriales representaba su posición cultural dentro de la dialéctica cultura – contracultura. Es decir, qué tan tradicionalmente mexicano sería o qué tanto se habría revelado, Y por lo tanto individualizado, de su cultura.
Un buen número de distintos estudios, tanto con las premisas socioculturales prescriptas que incorporan en un inventario de la familia mexicana como con premisas de estilo de confrontación que crearon el cuestionario de la Filosofía de la Vida, proveyeron el material del que se derivó el primer estudio realizado para determinar los tipos mexicanos.
- Obediente Afiliativo.
- Rebelde Afirmativo.
- Control externo pasivo.
- Control interno activo.
- Cauteloso.
- Audaz.
- Interdependiente.
- Autónomo.
De los ocho tipos hasta ahora descubiertos, cuatro son los más frecuentes y los que ahora, a grandes rasgos, describiremos. El mexicano afiliativo obediente, el mexicano activamente autoafirmativo o rebelde, el mexicano con control interno activo o integro, y el mexicano de control externo pasivo o corrupto.
Si tomamos en cuenta a toda la República, el mexicano más frecuente es el obediente afiliativo. La gran mayoría de los mexicanos son obedientes, afectuosos y complacientes hasta los 12 años de edad. Esto es lo normal en nuestra cultura. Niños pertenecientes a este tipo muestran señales de salud emocional e intelectual. Sin embargo, si hacia los 15 años todavía son igualmente obedientes, mostraran un retraso en varios aspectos intelectuales respecto de sus coetáneos; sus madres empiezan a pensar que sus hijos no lograran mucho y se acentúan los aspectos de pasividad e interdependencia con los padres. A los 18 años estos niños muestran más síntomas de pasividad y dependencia de los padres y de la sociedad; son de buenas maneras, piensan que es mejor saber obedecer que saber mandar, etc. Estos sujetos funcionaran bien dentro de la sociedad, si tienen el apoyo de su familiares y no llegan a enfrentarse solos a los duros problemas de la vida.
El tipo de mexicano activamente autoafirmativo, el rebelde a la cultura, es frecuente entre los jóvenes que van a la secundaria, preparatoria y normales, y son éstos, generalmente, quienes realizan estudios superiores; es más frecuente encontrarlos en las clases media y alta que en las clases bajas. Este tipo se caracteriza por ser, ya desde los 12 años mucho menos obedientes que sus coetáneos ante las órdenes de sus padres y maestros; su desarrollo intelectual y su habilidad para la lectura es mayor que la de sus coetáneos, pero su relación con sus padres es difícil. Muchos de estos niños son considerados ingobernables por sus padres; además, son más agresivos, dominantes e impulsivos que sus coetáneos y sufren algo más de ansiedad que ellos. A los 15 y 18 años aún son muy rebeldes ante la autoridad y sobrepasan a sus coetáneos en capacidad intelectual y habilidad de lectura. Son a menudo, los líderes estudiantiles. La tendencia es que se inicien honradamente en estas lides pero no son inmunes al medio social machista y frecuentemente violento y corrupto de las secundarias y preparatorias.
Muchos de los profesores de enseñanza media y superior poseen, probablemente, este tipo de personalidad, así como muchos políticos. Estos sujetos irán más fácilmente a las actividades estatales que a las privadas; los tipos extremos se convertirán en poli ticos radicales de izquierda y aún en anarquistas o guerrilleros, y hasta en delincuentes comunes.
El tipo de mexicano con control interno activo, el íntegro, el menos frecuente que los anteriores; parece colmar dentro de sí todas las cualidades de la cultura mexicana, y puede ser obediente, afectuoso y complaciente cuando, esto sea lo adecuado, pero rebelde si es necesario.
Lo más interesante es que todo indica que este tipo se da con la misma frecuencia en las clases altas, medias y bajas, y que sucede lo mismo en mujeres que en hombres. Ya a los 12 años, estos sujetos presentan las características que la sociocultura mexicana considera ideales: son afectuosos con todos, complacientes y corteses con padres, maestros y adultos, menos agresivos e impulsivos que sus coetáneos, más ordenados, disciplinados, limpios, metódicos y reflexivos. Estos niños son optimistas acerca de la capacidad del hombre para resolver problemas del mundo, piensan que las metas se alcanzan mediante el estudio y el trabajo, están en contra de los compadrazgos y cualquier forma de corrupción social, etc. Son, además, más inteligentes, leen más rápido y con mayor comprensión que sus coetáneos, son aplicados y buenos estudiantes. Reúnen, en suma, lo mejor de la sociocultura mexicana y se rebelan a sus defectos, son las perlas negras de la cultura mexicana.
El medio social machista y con frecuencia delincuente y corrupto de secundarias y preparatorias, es particularmente difícil para este tipo de mexicano. Algunos se convierten en los pocos líderes estudiantiles íntegros, pero la mayoría se aísla de los grupos y se convierten en buenos estudiantes. Este tipo de individuos al llegar a la etapa adulta forman nuestros mejores profesionales, catedráticos, científicos, empresarios y políticos.
El tipo de control externo pasivo es la cara opuesta de la medalla: es el individuo pasivo, pesimista, fatalista, siempre dispuesto a venderse al mejor postor; es obediente por conveniencia y por carácter. Se desarrolla en el medio machista, violento y corrupto de muchas secundarias y preparatorias y es el que, probablemente, ha hecho que los mexicanos, en general piensen que toda política es política corrupta.
Lo importante de esta caracterología, es que por fin se demuestra que existen varios tipos diferentes de mexicanos, que son resultado de los diversos grados de aceptación o rebelión ante la misma historia y cultura mexicana y de los cuales, obviamente, los escritores de los argumentos para el cine, las fotonovelas y la televisión han abusado al presentar con demasiada frecuencia los tipos más negativos de la caracterología mexicana. El mexicano íntegro y el rebelde ante la cultura también existen, lo mismo que quien es pasivo y complaciente en exceso, pero no necesariamente corrupto y mucho menos violento.
Por último, es primordial destacar que si bien la dinámica de muchos de los motivos biopsíquicos individuales han sido descritos en forma interesante por las diversas psicologías de los personólogos europeos y estadounidenses, la mayor parte de la motivación en México tiene que ser, o bien derivada de las premisas socioculturales, o bien en rebeldía de las premisas socioculturales mexicanas. Se necesita continuar los estudios en las dimensiones idiosincrásicas de la personalidad de los mexicanos si se le quiere comprender mejor.
Referencia Bibliográfica
Luza, R., (2005), Psicología de la Personalidad, Arequipa, Perú
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