Los directivos autoritarios y dictadores, se enganchan neuróticamente con el subordinado “sí señor”. Este tipo de personas cuyo fondo del problema puede radicar en su autoestima por no sentirse competente; necesita mandar, sentirse poderoso y tener la última palabra para demostrarse así mismo que es capaz y si algún subordinado le brinda alguna idea diferente de la suya, este tipo de persona puede tomarlo como una amenaza y verse descubierto. Es así que tomando actitudes autoritarias y agresivas, va formando subalternos sometidos que se limitan a decir “si”.
Por otro lado el subalterno “si señor” con problemas también de baja autoestima y competitividad, acepta las indicaciones sin cuestionarlas, siendo muy cómodo para él; ya que el hecho de que se cumpla lo que el jefe quiere, implica que los resultados negativos no sean su responsabilidad, sino la del jefe.
Por tanto, las consecuencias para la empresa son desastrosas; el líder en este caso pierde información valiosa para la toma de decisiones, el personal trabaja desmotivado (realizando tareas por temor, sin creer en ellas), disminuye la velocidad de respuesta (puesto que existe la necesidad de preguntar todo antes de actuar) y se crea un inevitable miedo; ya que las personas no expresan lo que piensan abiertamente, pero sí critican destructivamente a escondidas creando un clima laboral inadecuado.
En la actualidad se necesitan personas que cuestionen, no que acepten las directivas como órdenes, que tengan la capacidad de analizar y discrepar, que posean la valentía y la integridad de vivir sobre la base de lo que consideran correcto. Personas que salgan del negocio de buscar la aprobación del jefe y pasen al negocio de servir al cliente.
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