Perseverar no es fácil; implica estar dispuestos a esperar para ver la luz final del túnel.
En nuestro medio la perseverancia no es una actitud muy popular. De niños nos acostumbraron a gratificaciones inmediatas. De adultos, cuando emprendemos un proyecto, los resultados ya nos no son inmediatos. Estamos mucho tiempo luchando contra obstáculos sin experimentar gratificaciones a corto plazo.
Al buscar gratificaciones inmediatas y no encontrarlas, empezamos a desmotivarnos, a sabotear nuestras metas, o simplemente abandonamos los proyectos.
Postergar la gratificación es la base de la disciplina en la vida, pero ¿Cómo podemos ayudar a formarla?
El secreto para logar la perseverancia, es alcanzar pequeñas metas que nos lleven al objetivo final. La perseverancia requiere que confiemos en nosotros mismos, que seamos capaces de salir adelante por nuestro propio esfuerzo. Trazarse pequeñas metas y lograr pequeñas ganancias nos gratifica, refuerza nuestra autoestima y nos incentiva a seguir luchando.
En la empresa, cuando desde un principio se traza metas muy ambiciosas, el personal se motiva, se siente importante. Pero si no se establece anticipadamente pequeños logros y se felicita al personal por su cumplimiento, el equipo no se cohesiona, no se compromete ni confía en su propio potencial.
Cuando enfrentemos situaciones difíciles, confiemos que al final del camino, generaremos la ayuda que necesitamos para superar los obstáculos en la vida.
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