La construcción de modelos se basa, de manera fundamental, en la analogía que, desde el punto de vista lógico, es un proceso de razonamiento estructurado a partir de casos paralelos; esto es, casos que tienen en com6n características relevantes. Esto último es el punto de partida para lograr una aproximación metodológica que nos permita enfrentar un fenómeno complejo y en transformación constante.
Cuando se construye un modelo teórico para explicar un fenómeno determinado, sucede que si las relaciones supuestas en el modelo son observables en el fenómeno real, entonces, y sólo de esa manera, la analogía es válida y podemos referirnos a una igualdad de isomorfismo entre el sistema real y el sistema constituido por el modelo.
En el modelo de Cueli, las observaciones acerca de la conducta de grupo de personas se ajustan a las proposiciones del modelo psicoanalítico (Rapaport, 1950, 1951, 1957), del que se derivarán las aproximaciones hacia una teoría general de los marginados.
Consideremos a una persona como un sistema dado, P, que incluye todas las líneas de comportamiento, con los estados que las define y las variables que las constituyen. Podremos observar que, ante un conjunto de estímulos E, este sistema presenta un conjunto de cambios de estado y, en forma simultánea, un conjunto de respuestas R.
Uno de los estimulas posibles lo constituye, dentro del marco de referencias psicoanalítico, la intervención del terapeuta, T, que hace las veces de observador o investigador de los estados internos del sistema P por medio de sus respuestas, R, consideradas corno tales cualquier manifestación conductual, en el entendimiento de que incluso el silencio y la inmovilidad constituyen respuestas, en un momento dado.
En forma similar, consideremos un sistema C, constituido por el conjunto de líneas de comportamiento, estados y variables de la comunidad en estudio. Asimismo, consideremos la acción de un conjunto de estímulos, E1 , que producirán cambios de estado en el sistema C, manifestados como R1. En este caso, a semejanza de lo que ocurre con el sistema P, un conjunto posible de estímulos es un grupo de investigadores, presentes en la comunidad.
Hasta este momento no se justifica una afirmación apriorística de que un individuo aislado y una comunidad en conjunto se comporten de una manera idéntica. Todo lo que se puede afirmar hasta ahora, de acuerdo con Wiener, es que: el grado de integración de la vida de una comunidad puede muy bien aproximarse al nivel mostrado en la conducta de un individuo aislado, aunque el individuo posea un sistema nervioso fijo, con relaciones topográficas permanentes entre los elementos y conexiones también permanentes, mientras que la comunidad está formada por individuos con relaciones cambiantes en espacio y tiempo y sin conexiones físicas permanentes e inseparables.
En relación con los sistemas analizados, observemos que en el caso del sistema P, el conjunto E de estímulos es producido por otro sistema, T, el terapeuta, quien a su vez es estimulado por las respuestas del sistema P, cerrándose así un proceso que podríamos considerar como de retroalimentación. De la misma manera, como podrá observarse, ocurre con los sistemas Ce I.
En nuestra investigación se han utilizado técnicas indiscutiblemente psicológicas para la obtención de las variables relevantes con las que se definirán los estados y las líneas de comportamiento de una comunidad. Como se observará, el diseño técnico implica el manejo de factores específicos de la vida mental, en este caso las fantasías y las vivencias del investigador, mismas que constituyen los estados internos del sistema I, y que se ven regulados por los estímulos provenientes del sistema C, los cuales se eslabonan continuamente con éste en la forma de intervenciones activas que constituyen los estímulos que cambiarán los estadas internos de la comunidad.
Los modelos, a partir de una conceptualización psicoanalítica constituyen un marco referencial para el manejo técnico y la interpretación teórica de la relación entre los sistemas C e I.
La selección de variables relevantes de nuestro sistema, por tanto, se hizo con base en las expectativas teóricas propuestas en el modelo, es decir, que los conjuntos E -y E1 y los conjuntos R y R1 son los isomorfos, con lo cual se cumple el propósito de lograr la ampliación del modelo psicoanalítico al conocimiento de lo social.
Como hemos dicho, para poder encontrar una relación de isomorfismo entre dos conjuntos de variables, es necesario establecer previamente las variables relevantes análogas pertenecientes a cada uno de los sistemas y, después, determinar si manifiestan un comportamiento análogo. Para nuestros propósitos, los valores que se asigna a las variables son cualitativos, es decir, son valores binarios lógicos, corno es el caso de la presencia o ausencia de la variable en cuestión.
La comunidad, como sistema con cierta línea de comportamiento también presenta tensiones frente a estados carenciales, sobre todo en comunidades marginadas, donde las carencias recorren todo el continuo, desde el extremo de las carencias físicas, como lo son la falta de servicios habitación adecuada, seguridad, etc., hasta el extremo de las carencias psicológicas, como son los altos índices de mortalidad infantil, abortos ilegales, muertes por accidente u homicidio.
En estos grupos humanos, el nivel de carencias en todos los aspectos es tal que, a diferencia de lo que sucede en la persona, en la que la carencia se manifiesta con la búsqueda para descargar la tensión en forma de ideaciones, fantasías y sueños -gobernados todos por el proceso primario del pensamiento, en la comunidad, la descarga se manifiesta de manera directa, sin dar cabida a la demora, y presentándose en forma de conducta o actuación, por lo general en el nivel motriz, lo cual puede llegar a entorpecer el adecuado funcionamiento de la comunidad marginada dentro de lo que nosotros consideramos la realidad.
Pero para quienes nos dedicarnos a trabajar con estos grupos, el principio de realidad se da, precisamente, por estas actuaciones motoras descargadoras de tensión, que no tienen posibilidad de demora, y menos de funcionar con un pensamiento del tipo regido por el proceso secundario por lo que, corno consecuencia, el contacto que se establece entre los integrantes que forman este grupo humano es del nivel más primitivo es decir, cutáneo.
Cuando estos investigadores se enfrentan a la comunidad, emiten con su sola presencia en ella, una serie de estímulos que la afectaran. La comunidad responderá a su presencia con ciertas conductas que, en realidad, son actuaciones de sus carencias.
El proceso de concientizar los afectos que aparecen en el investigador se lleva a cabo en una sesión de grupo, que llamamos de supervisión. En esta sesión, el grupo de investigadores concientiza los afectos despertados en cada uno de ellos y los efectos que éstos pudieran haber tenido sobre su conducta en la comunidad, con lo cual se espera que la modificarán en la siguiente visita a la localidad estudiada. Esta modificación de conducta de los investigadores en la comunidad afectará, a su vez, la conducta de ésta, lo cual producirá respuestas que confrontarán a los investigadores con sus propias carencias y que percibirán entre los miembros de la comunidad. Este circuito se cierra una y otra vez durante el transcurso de la investigación, en forma de retroalimentación como quedó explicado antes.
En este caso también se establecen controles referentes, a la duración de la investigación, el horario de visita a la comunidad y el lugar donde se realiza la exploración. El objeto es situar a la comunidad y a los investigadores dentro de un marco de referencia realista que posibilite el manejo adecuado de la revivificación de las situaciones de abandono y de la angustia de separación concomitante.
Los marginados estudiados no poseen un desarrollo cognoscitivo; no manifiestan aprendizaje de símbolos, ni anticipación de conductas, ni manejo de horarios, ni del tiempo, ni de los espacios y lugares y menos de los escenarios; todo lo cual es indispensable para que un grupo se integre y pueda manejar tareas organizadas, como aquéllas típicas del sujeto urbano. Esta limitación se pudo apreciar en la dificultad inicial para establecer un horario y un lugar estable donde llevar a cabo las reuniones, base de la relación grupal.
El marginal, en su situación traumática desorganizante, tiende a recurrir una y otra vez a las pautas culturales. Esta vinculación ñeñe que ser personal; incluye no sólo dar y recibir, sino estar, como parte de un proceso de constancia objetal.
Los marginales que se excluyen manifiestan, con respecto al grupo terapéutico, acciones inexplicables debidas a su limitada información. Es necesario destacar de qué manera la escasez de modelos de referencia ocasiona en el marginal que sus valores sean tergiversados e irreales, con base en el nivel prestigioso que posee el grupo terapéutico para él.
De acuerdo con lo que se ha encontrado en el estudio, al aceptar las cargas hostiles y depresivas del marginal, los miembros del grupo terapéutico sufren rápidamente un proceso regresivo. Es ahí donde se inicia el establecimiento de la relación.
Los elementos (procesos primarios) de los marginados que surgen en el grupo y que son excluyentes, son la madre invisible que los separa. El grupo terapéutico frustra los intentos de desintegración del marginal cuando aparece en éste una fuerte disminución de la autoestima, al permitirle expresar sus carencias, incluida la repetición de la situación traumática en la elaboración, una y otra vez, de la pérdida y del impedimento para el desarrollo de las funciones intelectuales, así como de las funciones agresivas y de escape.
Cuando la intensidad de una situación traumática es muy penetrante, la persona se queda fija en esa pérdida, y no puede reconocer ni percibir nada del exterior que no esté relacionado con el objeto perdido. Al ocurrir lo anterior se altera el mecanismo perceptual, el cual se vuelve limitado e impide la integración al trabajo. No puede esperarse que los niños, hijos de los miembros del grupo marginal, puedan, tener un desarrollo adecuado, puesto que experimentan las mismas privaciones respecto del trato que reciben de sus padres, ya que éstos, a su vez, los abandonan, generándose así la amplia gama de la situación marginal.
Es evidente que el grupo marginal no tiene una constancia de objetos esenciales para poder captar la realidad, y este es el punto en el que la metodología que propongo asiste a la comunidad, al margen de que las personas se alejen o a la larga se incorporen: el prestarles un yo genera una retroalimentación que acaba por atraer al grupo, cohesionarlo y, finalmente, por modificar a la comunidad. Al mismo tiempo, el grupo terapéutico es incluido por el marginal y confrontado con sus propias carencias.
Las manifestaciones patológicas que se encuentran en este grupo son, obviamente, alteraciones del pensamiento y de la percepción pre temporal, así como fuertes tendencias paranoicas, expresadas de manera fundamental en la desconfianza. Estas manifestaciones aparecen durante todo el desarrollo del trabajo con el grupo, y hasta el final; así como también las actitudes francamente hostiles.
El desconcierto en el tiempo existe en todos los miembros del grupo marginal y crea problemas en el establecimiento del proceso terapéutico, así como también la desorientación en el espacio, el cual impide reconocer los lugares de la ciudad, asistir a oficinas burocráticas y reunir todos los elementos necesarios para organizarse.
De acuerdo con lo observado se puede afirmar que a mayor exclusión de la cultura corresponde una más fuerte presentación de los síntomas y un mayor proceso traumático; es decir, la influencia será de mayor o menor intensidad en función de la persona y de sus defensas.
La carencia, también presente, además de generar incapacidad para el control y para la tolerancia a la demora, impide expresar esta depresión, la cual propicia, por una parte, que la situación traumática Se repita y, por otra, que se condicionen la escasa capacidad de autocontrol de los impulsos y la pobre actividad de tipo reflexivo y de desarrollo de los procesos acumulativos. En la medida en que la atención se concentra en las perdidas, es difícil que su pueda percibir alguna otra cosa, por lo cual, el grupo no puede aprender a integrar y comunicar su capacidad de estar triste. Esta imposibilidad para la verbalización impide la elaboración de los procesos depresivos.
El grupo marginal tiene dificultades para consolidarse, porque el «mundo de sus miembros es anárquico, individual y sin ninguna posibilidad de unión; de hecho, cohesionarlos es una función del grupo terapéutico. Los miembros del grupo marginal pasan mucho tiempo esquivando el trato con el grupo terapéutico, y siempre creen que hay «gato encerrado»; esta actitud, además de sustentarse en la desconfianza básica, se refuerza por las experiencias anteriores.
La oportunidad de ejercitar y aplicar el pensamiento abstracto relacional es casi nula para los marginales, y con ella la posibilidad de simbolizar. En cambio, la violencia, el golpe y el ritual desempeñan un papel definitivo en el grupo; los conflictos no tienen fin: todos quieren mandar; nadie quiere someterse ni aceptar responsabilidad, y hay un desarrollo fallido de los temas, que nunca concluyen; cuando éstos se terminan es por medio de la riña.
La intensidad de los sonidos con frecuencia desplaza al contenido del tema; es decir, lo que resulta importante es el grito y el quién grita más. Las acciones acompañan a la comunicación verbal: todas la formas de gesticulación, el tocarse o tocar, las expresiones adjetivales, se observan siempre en el grupo, al igual que en todos los grupos con los que hemos trabajado. De hecho, existe un constante contacto corporal entre ellos, propiciado por el tipo de relación que produce el hacinamiento habitacional.
El efecto de estas interacciones es multiplicar el ruido de las transacciones preverbales, lo cual provoca que la comunicación verbal deje de tener sentido. Las personas del grupo no esperan a que quien habla termine de expresarse; constantemente interrumpen, empujados por sus presiones internas, a veces alrededor del mismo tema pero, con mayor frecuencia, introducen ideas irrelevantes.
Una de las características del grupo marginal, cuando se empieza a formar, es la ausencia de cohesión entre sus miembros. Es difícil lograr que establezcan relaciones entre ellos, porque nunca han aprendido a hacerlo.
Lo anterior reproduce lo que han observado en sus familias: no hay comunicación con los vecinos, sólo la realizan ocasionalmente, pero rara vez en forma horizontal. El padre sustituido casi no habla con la madre; en cambio, la mayor parte de la plática sostenida por los miembros de la familia es con la madre.
En estas condiciones, los afectos se comunican casi siempre por canales preverbales: el timbre, la intensidad y el tiempo de los mensajes verbales y los modificadores cinestéticos, la gesticulación, las risas y otros ruidos vocales. Los marginales hablan poco entre sí acerca de sus sentimientos y casi no comentan respecto de los sentimientos de los otros; la falta de reactividad selectiva, por parte de unos y otros, sugiere que reaccionan a sus propios impulsos internos más que a la conducta de los demás elementos.
Alcanzar los ideales del mundo de la ciudad depende de que se tengan recompensas reales y excesivas, presentes y futuras; situación que queda fuera del alcance del grupo marginal. Por ello, su expectativa radica en tener un empleo el cual, además de significar la posibilidad de cobrar un salario de manera constante, también sea controlable.
Las experiencias caóticas, producto de las situaciones traumáticas que lo inundan, llevan al marginal a tratar de volcar sus impulsos en acciones que el mismo sistema frena. A su vez, estas acciones estás’ disgregadas, desestructuradas y desorganizadas, lo cual determina que el sistema las detenga.
Las gesticulaciones en el grupo marginal tienen significados simbólicos diferentes de los propios del grupo terapéutico. En relación con el grito, éste anula los matices del lenguaje para quedar simplemente en un grito. La capacidad de diálogo interno, en su calidad de auto observación, prácticamente se nulifica y el sujeto queda expuesto por completo a la manipulación externa; todo ello implica un deterioro en la aptitud de crítica y, portante, de su propia visión personal y de relación con los objetos y con ellos mismos.
En el grupo marginal se manejaba un restringido código de lenguaje éste no es apropiado para sus necesidades ni para el aprendizaje, y tampoco funciona adecuadamente en los intentos de socializar con el sistema dominante, porque no facilita una elaboración oral de significados, permite la verbalización de la intención, de las creencias o de las motivaciones; su manifestación se reduce a relaciones meramente concretas y simples.
Otro aspecto esencial en los marginales es su falta de permanencia y su impredictibilidad, casi siempre reforzadas por las circunstancias, externas y nunca por la consistencia interna de los miembros. Por medio de estos factores es fácil detectar las características del proceso familiar de los miembros del grupo, que se repiten en el proceso de integración de éste: para ninguno existía la sensación de tener un lugar dentro del grupo.
Para el grupo marginal, el grupo terapéutico, al cual siente que nunca podrá pertenecer, posee valores que mantiene o defiende y que destacan su propio estado inferior, al reducir su ya de por sí bajo amor propio.
En el transcurso del tiempo se añaden una serie de símbolos verbales, corporales y culturales muy limitados y una actitud social e ida vez más desconfiada, con apariencias y modales diferentes. Es comprensible que se puedan esperar decepciones y fracasos en la mutua confianza y en la capacidad para formar conceptos, sobre todo en lo concerniente a las relaciones interpersonales.
Un problema importante en el establecimiento de la relación entre grupos, es el de la comunicación. El hecho de no compartir los símbolos y las experiencias importantes contribuye a la formación de una relación vertical y al empobrecimiento cultural del grupo marginal. Por eso es importante que el grupo terapéutico sea capaz de deshacerse de sus modales y de ponerse en los zapatos del grupo marginal, pues, en la medida en que lo haga, podrá establecerse el proceso de la comunicación; de hecho, no existe otra posibilidad de lograrlo. Es en ese nivel en el que el grupo terapéutico recibe la influencia de lo que es, en realidad, la situación traumática, y en el que revive dolorosamente sus carencias.
La diferencia es que un grupo tiene defensas débiles y el otro las tiene fuertes y mantiene un yo observacional y el juicio y el criterio alertas.
Los símbolos culturales del grupo terapéutico adquieren una importancia aumentada o tergiversada, debido a la situación traumática del grupo de referencia; y aquél se ve obligado, durante el transcurso del trabajo, a usar la más simple gramática, así como a adoptar las formas del lenguaje corporal que, según hemos encontrado en cada una de las investigaciones realizadas, varían, desde las diferentes maneras de tocarse, pegarse, pelearse, moverse, e incapacidad para resolverlas, tanto porque sus pensamientos son confusos y sus pensamientos y sentimientos están disociados, como por su ineptitud para el acercamiento mediante la comunicación verbal, su disipación de la conducta, o su incapacidad de posponer respuestas.
El grupo marginal, al entrar en contacto con el exterior, tiene que intuir desde el conflicto, o, en su lugar, establecer y usar una relación con gentes del sistema dominante que le son necesarias para tener elementos que sepan socializar y realizar la comunicación con el exterior. Esta le es muy difícil al marginal, porque no tiene la capacidad de registrar un diálogo, lo cual tiene que ver con percibir la indicación de que la otra persona ha escuchado y de que está de acuerdo, o no, con lo expresado. Al grupo marginal le es imposible llegar a una conclusión acerca de ningún tema: los indicadores de cierre o terminación de la conversación nunca son compartidos por los otros y la relación puede hacerse interminable. De hecho, la única comunicac1on vuelve a ser la pre verbal, con niveles de sensaciones muy primitivos, como parte de la situación traumática. Por esta razón, los contactos con el exterior se realizan con la estructura yoica del grupo terapéutico, que sí penetra y socializa con el exterior.
Referencia Bibliográfica
Luza, R., (2005), Psicología de la Personalidad, Arequipa, Perú
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