Toda creación es fruto de la libre iniciativa y llega a su término sostenida por el sentimiento de independencia.
Cuando se ha aprendido a querer y a saber lo que uno quiere, no hay que detenerse en buscar fuera los medios para ejecutarlo.
Ninguna escuela podrá sentir como uno mismo intensamente el ideal, el arte que ha concebido y que solo uno puede realizar. Tener confianza en uno mismo, no seguir rutas ajenas, no subordinar la voluntad a otras voluntades. Es importante aprender en base a la experiencia de los demás y si se es capaz de realizar un ideal, se debe utilizar con firmeza la mente y la razón.
La iniciativa forja nuevos caminos y se mide por el inquieto afán de renovarse, por el deseo de emprender obras dignas, por la incesante afloración de sueños.
La libre iniciativa es renunciar a la complicidad de los demás y se revela en toda rebelión a la rutina, buscando una verdad, inventando, innovando en las artes o en las industrias, etc.
Todo progreso es variación. Cuando se pierde la libre iniciativa, desaparece el carácter, la persona obra por impulso ajeno, deja de ser el mismo y por tanto no contribuye al porvenir.
Merece llamarse persona libre a la que tiene capacidad de iniciativa frente a la represión ajena; la libertad es la aptitud para obrar en el sentimiento determinado por la propia experiencia, plasmando en la conducta la característica de la personalidad.
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