3.1. INTRODUCCIÓN.
El matrimonio como institución, ha sido cuestionado de manera fuerte como una institución ideológica de control y de coerción que permite la recreación del orden establecido. Al ser el matrimonio una institución social es difícil que la familia pueda modificar a la sociedad, más bien ocurre que lo social construye tanto a la intimidad como a la privacidad.
El tema de la infidelidad, de los amantes o de las relaciones extraconyugales es uno de los puntos de partida para exaltar o desvirtuar a la familia y al matrimonio como el rector del statu quo, ideal, sólido e invulnerable.
Hablar de la monogamia o de la poligamia como la «naturaleza» dentro del matrimonio, además de falso -ya que no hay naturaleza humana, sino que, utilizando la frase de I. Caruso, «el hombre es por ‘naturaleza’ un ente cultural» – resulta la piedra de toque para abordar el punto de vista intrapsíquico e interindividual de la pareja que si bien es social, no deja también de contener fuertes relaciones psíquicas.
No podemos soslayar el hecho de que la moralidad, junto con sus valores, costumbres, normas, etc. incitan al individuo a normar su conducta, pero también, sería por demás arbitrario, pretender «conocer» al individuo sólo desde afuera o desde el grupo sin intentar siquiera apuntar hacia los factores inconscientes y/o intrapsíquicos que desencadenan a la infidelidad.
Rougemont habla de la paradoja del matrimonio ya que se le piden dos cosas opuestas: la pasión y el amor, es decir, aquella llama de la pasión que rompe, mueve y enfrenta y aquel amor de rutina hundido en la certeza de la monotonía.
El presente trabajo tiene como finalidad abordar el tema de la infidelidad, analizándolo como un síntoma dentro de la crisis de la pareja, para tal fin, se incluyen autores que están tanto a favor como aquellos en contra de considerar las relaciones extramaritales sanas,posteriormente, se revisan las consecuencias de cuando el cónyuge engañado se entera, para intentar esclarecer si esto trae como consecuencia la ruptura o la muerte de la pareja.
Finalmente, se analiza, a partir de los datos anteriores, si este tipo de conducta puede ser considerado maduro o saludable.
3.2. QUE ES LA FAMILIA.
3.2.1. FAMILIA SOCIOLOGICA.
Antes de iniciar con el concepto de familia sociológica es importante definir el concepto coloquial de familia …»conjunto de un matrimonio y sus hijos y en general todas las personas unidas en parentesco»… como mas adelante nos daremos cuenta esta definición tiene aspectos que nadie a tomado en cuenta para el maestro JOSE INES LOZANO ANDRADE la familia es la base de la sociedad que tiene influencia directa en nuestras vidas y aun cuando es cuestionable que sea la base social no deja de ser poderosa para la formación de nuestra personalidad y elabora unas características de la familia tales como.
FAMILIA -GRUPO SOCIAL CONFORMADO POR…
• PERSONAS QUE GUARDAN ENTRE SI RELACIONES CONSANGUINEAS (NO SIEMPRE)
• VIVIEN BAJO UN MISMO TECHO.
• EN EL SISTEMA CAPTALISTA ACTUAL COMPLE LA FUNCION DE REGULAR Y REGLAMENTAR LAS RELACIONES SEXUALES LEGITIMAS Y LA PROCREACIÓN DE LOS HIJOS
Se encuentra que existen varios tipos de familia la MONOGAMICA la cual es la que referimos en la parte superior y se refiere que en la familia peruana que tiene un cierto grado de tradicionalismo.
Contraria a al posición de JOSE INES tenemos a RICASENS FICHES quien no dice…» la familia constituye el caso por excelencia de formación o grupo social»…
A los ojos clásicos de Siches tenemos una clasificación de familia que la sociología no aporta.
• Familia monogámica.- la mas conocidas en Edmundo y definida como conyugal
• Familia poliándrica.- una mujer con varios hombres
• Familia polígama, multiplicidad de esposas
• Familia feudal.- abarcaba a los vasallos
La familia como tal tiene las siguientes características.
• Relación sexual continua
• Forma de institución marital
• Derechos y obligaciones entre los integrantes
• Disposiciones económicas ( alimentos)
• Nomenclatura identificativa (nombres)
• Hogar
3.2.2. FAMILIA PSICOLOGICA
La psicología entiende a la Familia como un grupo y en el caso de la personalidad el medio económico social dentro del cual se encuentra la familia, ayuda a la creación de la personalidad. La Familia es una fuerte influencia en la definición del carácter en la persona, la figura paterna y materna representa todo para el niño, la madre es la inspiradora de los valores y la creatividad, el padre es responsable de la dirección y la coherencia familiar. Sin embargo dentro de lo que conocemos como Psicología Social, encontramos a la Familia como el primer grupo de pertenencia, según TEODORE M. NEWCOMB la Familia es el primer grupo de pertenencia y para él existe Familias rígidas e imperativas, existe un contraste que él identifica entre familias Samoanos y Anglosajonas y estriba básicamente en la rigidez de la conducta, mientras que un niño de Samoa puede abandonar a su familia para irse con otra, en la familia anglosajona no es posible.
También la Familia tiene mucho que ver en los grupos secundarios, son mediadoras con respecto a las actitudes, aunque si bien es cierto puede deberse a situaciones de imitación, pero se ha demostrado que sí es un factor de control respecto de la sociedad.
Como lo hemos estado apuntando, la familia para psicología es una forma de organización y es una forma de desarrollo de la personalidad del sujeto, no dista mucho de la concepción sociológica de familia puesto que en ambas encontramos la figura del rol y en ambas encontramos prácticamente las mismas diferencias y las mismas características, podemos concluir que la aportación que hace la Psicología de Familia es básicamente en relación de una fuente creadora y amoldadora de la personalidad del sujeto.
3.2.3. FAMILIA JURIDICA
El Derecho en Perú y retomaremos algo que dice EDGAR BAQUEIRO ROJAS » Nuestro Código Civil no define ni precisa el concepto de Familia».
Tal y como atinadamente BAQUEIRO lo señala, sin embargo existe dentro de una dogmática jurídicas muy simple, el concepto de familia, el cual es «El conjunto de relaciones derivadas del matrimonio y la procreación unidas por el parentesco». Desde éste punto de vista muy simple podemos entender que una simple pareja constituye una familia, sin embargo es menester decir que no consideramos que todos los descendientes formen parte de la familia en el sentido estricto, la misma Ley determina hasta que grado, tenemos que en línea recta el parentesco no tiene límite mas sin embargo en la línea colateral sólo será hasta el Cuarto grado, podremos armar una definición de Familia Jurídica retomando los aspecto ya mencionados y podríamos comenzar diciendo que es «Una institución jurídica en la cual tendrán una relación de derechos y obligaciones desde la pareja, y en línea recta sin límite de grado y en línea colateral hasta el cuarto grado».
Debemos entender que el Derecho será aquella que le dé la legitimidad ante el estado para la creación de la familia, es decir, mientras que para la sociología o la psicología pudieran existir familiar no necesariamente así el derecho ésta podría existir. Mas sin embargo en el momento en que se constituya jurídicamente la familia, existirá como grupo social y existirá con las características psicológicas de familia.
El inicio del problema teórico de nuestro Derecho, es que ni en el Código Civil ni en la muy poca dogmática peruana encontramos un concepto real de Matrimonio, y como ya lo señalamos en la Introducción, esas discusiones estériles respecto de que si es un contrato o no lo es, ello no es materia para ser estudiadas en el presente y por comodidad es preferible entender al matrimonio como un Acto Jurídico Voluntario, acto jurídico en relación a que se expide un Acta de Matrimonio que el Estado certifica y voluntario porque en su generalidad los contrayentes exteriorizarían su aceptación al matrimonio. Sin embargo en el Estado de Hidalgo el ya tan criticado Código Familiar reconoce el concepto de familia y en su artículo.
3.2.4. QUE ES LA VIOLENCIA FAMILIAR
La violencia familiar como mas adelante lo desarrollaremos, es llamada bajo muchas acepciones, sin embargo la que tomaremos para fines del desarrollo de éste punto y así mismo para evitar confusiones es el de Violencia Doméstica, la misma Enciclopedia Encarta nos da un concepto un tanto simple y vago de la Violencia Doméstica y es el siguiente:
Violencia doméstica, actos violentos cometidos en el hogar entre miembros de una familia. En la década de 1970 las feministas analizaron el alcance de la violencia doméstica (considerada como un fenómeno exclusivamente masculino) y se crearon centros de acogida y de ayuda para las mujeres maltratadas y para sus hijos. La violencia doméstica también está relacionada con los niños maltratados (muchas veces, aunque no siempre, por abuso sexual) y con acciones verbales y psicológicas que pueden ser cometidas tanto por mujeres como por hombres.
Algunos autores buscan el origen de los conflictos subyacentes a la violencia doméstica en las rutinas del hogar adaptadas a una fuerza de trabajo exclusivamente masculina, que ha dejado de monopolizar los ingresos económicos de la familia con la incorporación de la mujer al trabajo, la pobreza y la escasa movilidad social.
3.2.5. ¿Qué es la Violencia Doméstica?
La Violencia Doméstica es el uso de fuerza física o comportamiento intimidante por un miembro adulto del hogar hacia otro. Es un crimen en Texas. Cualquier persona puede ser víctima de violencia doméstica independientemente de su herencia étnica, edad, preferencia sexual o nivel socioeconómico. Las siguientes son formas de abuso:
• Abuso Físico (le patea, golpea, cachetea, quema, sacude);
• Abuso Emocional (le critica constantemente, le insulta, le aísla de la familia, amigos o compañeros de trabajo.
• Abuso Económico (no le permite trabajar o estudiar, le prohíbe el acceso a cuentas de banco);
• Abuso Sexual (le fuerza a tener relaciones sexuales o a participar en actividades sexuales que le desagradan);
La violencia doméstica tiende a empeorar con el tiempo. Lo que comienza como abuso emocional, posiblemente críticas e insultos, puede llegar a violencia física, que más tarde termine en muerte.
Podemos entender que la Violencia Familiar, doméstica o como se le quiera llamar, no es mas que la creación derivada de la intención del sujeto de crear daño y retomaremos el concepto de todas nuestras definiciones, siguiendo la línea tomada de la definición de violencia encontraremos que la violencia es realizada por un sujeto que pertenece a la Familia, la cual deberá ser entendida como una Institución social en donde se concatenan diferentes personas con un parentesco, en la que dicho sujeto (agresor), de manera ilegal (sin una causa legítima o jurídicamente válida) ocasiona a su circulo familiar con el motivo de daño o manipulación, lesiones físicas, psicológicas y/o sexuales, acción a la cual el Estado justificando su acción en el artículo 17 Constitucional y en lo señalado en los Códigos Penales ejercitará el IUS PENALE Y EL IUS PUNIENDO a efecto de castigar a éste sujeto quien ha incurrido en conductas sancionadas por el Derecho y que deben ser castigadas por el Estado.
3.3. FACTORES QUE GENERAN LA VIOLENCIA FAMILIAR.
3.3.1. CRIMINALIDAD DE LOS SEXOS.
Si bien es cierto tendremos que comenzar a analizar respecto de la criminalidad que presentan tanto los hombres como las mujeres, en relación de los estados que pudiesen presentar de personalidad como procesados ante el derecho, el grueso de la población piensa que la mayor criminalidad se da en los hombres, y esto puede ser cierto aunque en algunos casos tendencioso, tendencioso en el sentido de que tendríamos que adentrarnos al estudio de la población en general y de los delitos que se estuviesen cometiendo, a groso modo podemos decir que la distribución porcentual por sexo y por edad varía, según el INEGI en el 2001 entre los hombres y mujeres de 60 años en adelante habría un mayor índice delictivo en cuanto a las mujeres, en edades de 55 a 59 años se repite la fórmula, en la edad de 50 a 54 años se va viendo cada vez mas despegada la diferencia entre las mujeres y los hombres, de 45 a 49 años las mujeres siguen siendo más propensas a la delincuencia, de los 40 a los 44 años tal ves es la etapa mas aguda en donde la mujer es más delincuente que el hombre. De la edad de los 35 a 39 años sigue existiendo una notable diferencia entre hombres y mujeres, aún ante la edad de lo 30 a los 34 años el predominio delincuencial de la mujer sigue siendo notorio y no es sino en el rango de edad de los 25 a, los 29 años cuando el hombre comienza a ser más visible en la cuestión delincuencial, continuando de los 20 a los 24 años con un claro predominio del hombre seguido de los 18 a los 19 años por un ya no tan marcado pero sí predominio del hombre; el INEGI nos dice que el 82.6 por ciento de los 163,995 casos observados se relacionaron con los siguientes tipos penales: robo, lesiones y daños a la propiedad. Se advirtieron 50 eventos de lesiones por cada uno de Violencia Familiar. Podemos entender de manera muy apriorista que entonces la violencia familiar no es un delito frecuente, y en efecto puede ser que la denuncia del delito de Violencia Familiar como tal sea poco denunciado por la complejidad del tipo, pero bastaría con analizar si ése 22.4 % correspondiente a las lesiones tienen implicaciones de agresividad derivado de la violencia familiar. El índice de masculinidad según los estados del INEGI, sitúan a Yucatán como el tope con 1737 delincuentes contra el Distrito Federal con un total de 617, aún cuando pudiese ser tendenciosa la información será el lector el que le dé la debida interpretación, a reserva de que en el siguiente espacio aún cuando sea extremadamente voluminoso trataremos de añadir la información necesaria para que gráficamente se pueda entender éstas estadísticas.
Hacia un concepto
Por infidelidad, relaciones extraconyugales, amantes, etc, entendemos la relación fuera del lazo conyugal que uno de los miembros establece con otra persona sea esta del mismo sexo o del sexo opuesto, y con quien obtiene algún tipo de relación amorosa -no solamente genital-, ésta puede ser a corto o a largo plazo.
El lazo conyugal alude no al hecho jurídico de contraer matrimonio sino a la posibilidad de que la pareja haya aceptado llevar una relación más o menos duradera, de manera voluntaria y comprometiéndose moral y físicamente el uno con el otro.
El tema de la infidelidad, en este sentido, no puede ser abordado como una entidad en sí misma, sino que tiene que ser entendido como una de las crisis, una de las consecuencias de las relaciones de pareja.
Las relaciones de pareja, igual que todo tipo de relación contiene cargas ambivalentes de amor y odio, en donde, de acuerdo con la teoría kleiniana, se van proyectando e introyectando partes del objeto bueno/malo, de manera dialéctica, es decir continua e ininterrumpidamente.
Apegándonos a la teoría de los impulsos de vida y muerte, y considerando que actualmente el matrimonio en nuestro país, es más o menos voluntario, vemos así que en la unión (instinto de vida) está ya dada su muerte (thanatos) o separación por medio de toda la gama de conductas agresivas y destructivas. Esto, evidentemente, replantea el concepto vulgar y común de amor en donde se utilizan patrones maniqueístas que hablan de una pureza y de una eternidad que en el hombre no pueden darse, dada su condición finita.
Aunque no sería del todo exacto hablar de las causas de la infidelidad, podemos intentar describir, de acuerdo con Strean, Lemaire y Trodjman, aquellos factores o mecanismos predisponentes para que este fenómeno ocurra; teniendo siempre presente que, como clínicos, debemos observar las ganancias primarias y secundarias que tanto la víctima como el victimario poseen, pues la pareja es un sistema que reaccionará a cualquier tipo de modificación que afecte a algún miembro dentro de la unidad total.
La violencia ejercida contra la mujer es un problema que obedece a estructuras jerárquicas patriarcales que reproducen una cultura donde las mujeres son vistas como objetos desechables y maltratables. Prueba de ello es que las múltiples violaciones a los derechos de las mujeres se desarrollan tanto en tiempos de paz como en tiempos de conflicto armado; respondiendo a diferentes contextos pero a imaginarios culturales similares que limitan y atentan contra la libertad femenina y el desarrollo de sus capacidades. Con ello se evidencia que las mujeres se enfrentan a la discriminación del Estado, de sus familias y de la comunidad en general.
Amnistía Internacional – Sección Peruana y el Centro de la Mujer Peruana Flora Tristan, en el marco de la Campaña: No más violencia contra la mujer, se proponen visibilizar la situación actual de esta violencia mediante un reporte de casos de feminicidios identificados en dos medios de comunicación, entre los años 2003 y 2005.
Nuestro país no es ajeno a los casos de feminicidio en la región. En este sentido, entre febrero del año 2003 y septiembre del año 2005, se han reportado 265 casos de crímenes contra mujeres. Es decir, un promedio mensual de ocho mujeres asesinadas.
El feminicidio es una categoría que debe abordarse como la forma más extrema e irreparable de violencia directa hacia las mujeres. Es un problema social, económico, político, cultural y también del Estado.
El feminicidio se está posicionando como una categoría de análisis que conduce a evidenciar la especificidad de los asesinatos a las mujeres por razones de género. Dichos crímenes responden a un clima social de discriminación y violencia contra la mujer, que se sostiene en una sociedad que aún tolera el lenguaje violento hacia todo lo femenino y una cultura donde históricamente se desarrollan prácticas sociales que atentan contra la libertad, la salud, la integridad y finalmente contra la vida de las mujeres.
El feminicidio es un crimen que debe ser atendido por el Estado. No tiene actores ni coyunturas únicas, ni tampoco existe un perfil único de víctimas; en consecuencia, cualquier mujer puede ser agredida hasta ocasionarle la muerte. Por otra parte, los autores de los crímenes no responden a una particularidad; es decir, que pueden ser realizados por personas conocidas o vinculados con las víctimas (familiar, sentimental o amicalmente), así como del entorno laboral o de estudios; además de ex convivientes o ex cónyuges, o desconocidos.
El feminicidio en el Perú se caracteriza por presentar un antecedente de violencia familiar o violencia entre la pareja. Muchas de ellas acudieron en busca de apoyo a diferentes instituciones del Estado, pero no recibieron respuesta adecuada, rápida y eficaz a pesar de tener las potestades para actuar. Esto nos confirma que el Estado aún no es capaz de proteger apropiadamente a las mujeres, ya que el sistema judicial no responde con eficacia a sus demandas, exponiéndolas a las represalias de sus agresores quienes luego provocan su muerte. Ello evidencia también que el hogar –identificado por muchas mujeres como seguro– en realidad no lo es, dado que éste es uno de los principales espacios donde las mujeres son victimadas por sus agresores.
Si bien el Estado peruano ha desarrollado normas y estrategias para garantizar la atención y protección a las víctimas, éstas a su vez presentan serias deficiencias y vacíos. En tal sentido, se exige al Estado una debida diligencia para tratar los casos de feminicidio como materia específica, para hacerlo visible y lograr sanciones efectivas para los agresores.
PERSPECTIVA GENERAL.
La violencia contra las mujeres es la mayor atrocidad cometida contra los derechos humanos en nuestros tiempos. Desde que nacen hasta que mueren, tanto en tiempo de paz como en la guerra, las mujeres se enfrentan a la discriminación y la violencia del Estado, la comunidad y la familia. Cada año, millones de niñas y mujeres sufren violaciones y abusos sexuales a manos de familiares, hombres ajenos a la familia, agentes de seguridad o combatientes armados. Algunas formas de violencia, como los embarazos y los abortos forzados, la “quema de novias” y los abusos relacionados con la dote, son específicas de las mujeres. Otras, como la violencia en el ámbito familiar —conocida también como violencia doméstica—, tienen entre sus víctimas a un número desproporcionado de mujeres. Durante los conflictos armados, la violencia contra las mujeres suele usarse como arma de guerra para deshumanizarlas o para perseguir a la comunidad a la que pertenecen.
La violencia contra las mujeres no es exclusiva de ningún sistema político o económico; se da en todas las sociedades del mundo y sin distinción de posición económica, raza o cultura. Las estructuras de poder de la sociedad que la perpetúan se caracterizan por su profundo arraigo y su intransigencia.
En todo el mundo, la violencia o las amenazas de violencia impiden a las mujeres ejercitar sus derechos humanos y disfrutar de ellos.
Por tanto, la violencia contra la mujer es un problema mundial, histórico y estructural. A lo largo de la historia se ha podido constatar que la mujer cumple un rol determinado socialmente; es decir, que se ha ido construyendo una realidad donde lo femenino es inferior a lo masculino. Además, la violencia contra la mujer se inscribe en el plano de los significantes colectivos, por lo que se han desarrollado y sedimentado en los imaginarios sociales prácticas discriminatorias que violentan la integridad física y psicológica de las mujeres. Aunque las culturas –por su dinamismo– cambian, la violencia ejercida contra la mujer por razón de su género se mantiene como un persistente y grave problema mundial que afecta diariamente a millones de mujeres en el mundo.
En consecuencia, este problema no puede ser asumido de manera aislada como situaciones que se desencadenan únicamente entre determinadas personas, culturas o comunidades. Lamentablemente, constituye una grave violación a los derechos humanos, al punto que sobrepasa las fronteras, los niveles económicos y sociales y las creencias religiosas; todo ello conduce a que la mujer no sea asumida como sujeta de derechos, por lo que colectivamente se va legitimando y tolerando la violencia ejercida hacia ella.
Las estadísticas de violencia contra las mujeres ponen al descubierto la existencia de una tragedia de dimensiones mundiales desde el punto de vista de los derechos humanos. Los siguientes datos dan cuenta de la magnitud del problema:
– Al menos una de cada tres mujeres ha sido golpeada, obligada a mantener relaciones sexuales o sometida a algún otro tipo de abusos en su vida, según un estudio basado en 50 encuestas de todo el mundo. Por lo general, el autor de los abusos es un familiar o un conocido.
– Según informes de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 70% de las mujeres que son víctimas de asesinato mueren a manos de su compañero.
– Más de 60 millones de mujeres “faltan” hoy en el mundo a consecuencia de prácticas como el aborto selectivo en función del sexo y el infanticidio femenino, según cálculos de Amartya Sen, premio Nobel de Economía de 19985. El último censo de China, elaborado en el 2000, reveló que la proporción de recién nacidas frente a recién nacidos era de 100:119.
La proporción biológica normal es de 100:103.
El género es una construcción cultural e histórica, que nos da cuenta de la simbolización cultural de la diferenciación anatómica que se va reproduciendo a través de las prácticas, ideas, discursos y representaciones sociales que condicionan la conducta objetiva y subjetiva de las personas en función a su sexo. Por lo tanto, se descarta que los hombres y mujeres sean producto de una realidad natural; por el contrario, somos producto de una interpretación histórica y cultural.
La violencia contra la mujer por razones de género obedece a una lógica jerarquizada entre los sexos, la cual es instaurada dentro de la cultura y la sociedad y es trasmitida mediante discursos y representaciones; la constituyen todos aquellos comportamientos y acciones que violenten, dañen o perjudiquen la integridad de las mujeres, obedeciendo estas acciones a una racionalidad que discrimina a la mujer.
En ese sentido, la perspectiva de “género” se constituye como un eje transversal incluso dentro de los instrumentos jurídicos a nivel nacional e internacional, como veremos a continuación.
Factores predisponentes
Uno de los factores predisponentes de la infidelidad se remite a la elección del compañero. De acuerdo con Lemaire esta «decisión» está dada tanto por factores conscientes como inconscientes y además, restringidos al habitat de cada individuo, es decir, la elección no es al azar sino que está altamente determinada de acuerdo con las actividades realizadas que nos permiten «conocer» o relacionarnos con otras personas.
Si nos adecuamos a la teoría de la «tendencia a la simetría de Newcomb» o de la «teoría del balance de Heider», de los campos y atracciones sociales, es más fácil que las personas se sientan atraídas hacia personas que realizan el mismo tipo de actividad o comparten gustos similares que hacia aquellas personas con quienes no tienen los mismos marcos de referencia.
Tampoco hay que desconocer la presión ejercida en muchos medios sociales con los noviazgos largos o los noviazgos en general, respecto a la «necesidad», socialmente establecida, de contraer matrimonio. Como tampoco al hecho de «elegir un buen partido» que podría interpretarse como «del gusto de la familia de origen o con éxito».
De acuerdo con Freud, la elección del compañero puede hacerse por varios caminos:
1. El tipo narcisita puede amar:
• Lo que uno es (a sí mismo)
• Lo que uno fue
• Lo que uno quisiera ser
• A la persona que fue parte de uno mismo
2. El tipo anaclítico puede amar:
• A la mujer nutriz
• Al hombre protector
El esquema anterior explica por qué existen elementos de amor y odio en las relaciones amorosas. Al proyectar parte del yo en el otro y llegar a la frustración se desencadena el odio. Ya que mediante el mecanismo de la proyección se supone que el otro «debe» satisfacer mis necesidades; esto ocurre tanto a nivel consciente como inconsciente.
La pareja necesita para su supervivencia y para el desarrollo de cada uno de los integrantes, de movilidad; así, el tipo de elección inicial puede ser modificada. Por ejemplo, la pareja complementaria, en donde uno «manda» y es considerado mejor, más capaz, etc., puede verse seriamente afectada cuando el miembro «menor» obtiene una serie de logros que lo hacen salir del esquema anterior. En este ejemplo, el miembro «débil», realiza una elección del tipo anaclítico pero dados los logros, su relación se transforma en una de tipo narcisista. La relación continúa siempre que la elección sea ratificada por ambos miembros de la pareja.
Puede darse el caso de un cónyuge de carácter oral o simbiótico que, en su afán de evitar la depresión, haga una elección de tipo anaclítico y cuando descubra que por medio de su compañero no solucionará sus fantasías, podrá entonces buscar una relación extra.
Así es como a nivel inconsciente, se puede elegir compañero por la idealización que se hace del objeto, puesto que cuando la persona se relaciona con alguien a quien considera valioso, se valorará mejor a sí misma; o bien, puede sentirse apoyada de manera más sólida.
Hay que destacar que también puede elegirse pareja para no relacionarse y evitar la fusión y proximidad del otro.
Las situaciones anteriores, hacen referencia a patologías, en la medida en que se hacen modos de relación rígidas y estereotipadas y así, ante cualquier crisis o problema «vital» de la pareja, resultarán las conductas inoperantes para resolver o cuando menos llevar a buen término los problemas que la aquejan.
Sea cual sea el tipo de elección que se haya realizado, los miembros de la pareja pueden sentirse defraudados una vez terminado el período de luna de miel y entonces, las expectativas sufrirán un golpe cuando se enfrenten a la pareja «real» y no a la idealizada.
El desplazamiento del odio, virtualmente operante, dentro de la «luna de miel», se torna ahora ineficiente a pesar de la represión, que ante una crisis se resquebrajará de tal suerte que un miembro de la pareja puede elegir como amante a una persona diametralmente opuesta a su cónyuge, conservando a su pareja como objeto bueno. Este mecanismo explica aquellos casos en donde se busca un amante con el objeto de continuar idealizando la figura del cónyuge y descargar así, lo negativo en el otro. Esto es frecuente, en personas que comparan la relación sexual con actividades excretoras y pueden entonces «desahogarse» con prostitutas, conservando en un buen concepto el nombre del «cónyuge decente».
Aquí también podemos encontrar, según Strean un tipo de masoquismo o sadismo encubierto. Ambos tipos de patología, pueden ser «causa» de una relación extraconyugal, que puede servir para castigarse mediante la autodenigración o bien, castigar y denigrar al otro. Lo anterior remite a la satisfacción de la necesidad de perder o de ganar que tienen algunas personas y que depende de lo que para ellos implique la relación extraconyugal positiva o negativamente hablando.
En este sentido, hay que mencionar otro tipo de relaciones extramaritales en donde la genitalidad no es lo más importante tanto como la necesidad de sentirse escuchado y atendido por otra persona.Partiendo del supuesto de que toda pareja necesita cierto grado de dependencia, dada la necesidad de adecuar los roles; pueden encontrarse ciertas «desviaciones» respecto a la dependencia como el caso de individuos que tienen amantes cuando sienten que el cónyuge amenaza su independencia y autonomía y que tienen miedo a quedar atrapados, en este sentido, se observan sujetos que una vez que el/la amante inicia sus exigencias, buscarán nuevamente otra relación que los «salve» tanto del cónyuge como del amante «devorador» o bien, pueden mantenerse así para evitar ser absorbidos por ambas. Esta situación incluye el mito de «don Juan» en quien cabría la interpretación psicoanalítica del «miedo a la fusión» puesto que al relacionarse con muchas personas, la persona no puede involucrarse con ninguna.
Respecto a los límites de la pareja, es necesario que se establezca cierta independencia y autonomía respecto a las familias de origen. Cuando esto no se logra, Strean menciona que la búsqueda de un amante se inicia, con el objeto de saciar la necesidad de encontrar imagos paternas. Esta conducta alude a una regresión de tipo adolescente en donde, por medio del amante se evitan responsabilidades tanto de dependencia como de apoyo hacia el cónyuge.
Puede suceder también, que la infidelidad ocurra para satisfacer la necesidad del enamoramiento. Como con el cónyuge la luna de miel llega a término, podemos encontrar sujetos para quienes es necesario estar continuamente en la etapa de idealización y de fusión para sentirse amados.
Tordjman menciona el factor curiosidad como motor para la relación extraconyugal, sin embargo, esto es tan amplio y tan ambigüo que no nos explica el por qué en personas consideradas curiosas pueda no darse esta actitud, además de que sería ingenuo desconocer el enganche que se establece, amantes o cónyuges, para que una persona se relacione con otra.
También es importante subrayar el hecho de que la infidelidad puede darse como consecuencia de la desconfirmación del otro o como intento de «salvarse» de una relación asfixiante.
Igual que el dinero, los hijos, las propiedades, etc., manifestaciones del poder en la pareja, la posibilidad de ser más atractivo y de tener mayores potencialidades sexuales y atracción hacia el sexo opuesto, es otra ostentación de poder en la pareja.
A partir de las supuestas «causas» de la infidelidad, habrá que tener en cuenta el papel que desempeña el otro. Hay situaciones en las que el cónyuge es quien, por problemas sexuales, defensas, etc., estimula abierta o encubiertamente a su pareja para que tenga relaciones extramaritales, en el caso de que a la pareja le produzca angustia y rechazo.
Se pueden encontrar infidelidades homosexuales o bien encubrirse una homosexualidad latente permitiendo que el compañero tenga relaciones sexuales con otra persona.
El conocimiento de la relación
Abordamos ya, algunos factores predisponentes para que la infidelidad ocurra, sin embargo, intentaremos ahora elucidar las consecuencia que la infidelidad trae en la pareja, pues contrariamente a lo que se piensa la infidelidad no es causa de la ruptura de la pareja.
Independientemente de que el cónyuge «engañado» se entere o no, y sin perder de vista que la confesión suele llevar gran carga de hostilidad, aunado a las diferentes fases por las que atraviesa el cónyuge, víctima de la infidelidad, depués de «conocer la verdad», este tema puede consolidar la relación siempre que se hable del por qué y no del cómo, pues la pareja podrá estrechar aún más sus lazos. Es neceario iniciar la metacomunicación y salir del estereotipo de engañado contra engañador para superar la crisis.
En opinión de Rogers, la infidelidad puede ser sólo una de tantas modalidades del matrimonio, él describe parejas que están de acuerdo ya sea en cambios de parejas sexuales o en aceptar el idilio del cónyuge con otra persona. Menciona diversos tipos de reacción que van desde la indiferencia hasta la cólera más abrupta y la consiguiente ruptura.
Aunque la infidelidad no es el factor desencadenante para el divorcio, confirma lo dicho por Tordjman respecto a que es una gran prueba para la educación tradicional a la que estamos sometidos.
Sin embargo, Rogers menciona que, a partir del conocimiento de las relaciones extraconyugales del cónyuge, la satisfacción sexual puede aumentar debido a la gran carga erótica que esta situación posee.
Por otro lado, las relaciones extramaritales no siempre son duraderas. Hay aventuras que no amenazan a la pareja pues se basan en el supuesto efímero de su existencia.
Caruso menciona que ningún amante está psicológicamente preparado para enfrentar a la sociedad haciendo de su amor ilícito algo público. Así, todos los amantes serán boicoteados por su estructura super yoica que les prohibe salirse de los cánones de las morales establecidas.
Para Caruso, el amor de los amantes está cargado, desde un inico, del impulso de muerte, pues los amantes aceptan que su relación es sacrificable, que tiene que ser dolorosa y tormentosa, resignándose a gran dosis de dolor y muerte. Lo anterior explica conductas suicidas de los amantes después del rompimiento.
De lo visto hasta ahora, resultaría ingenuo pensar que el hombre tiende más hacia la infidelidad que la mujer o bien que las mujeres que trabajan tienen mayor posibilidad de relacionarse extraconyugalmente que aquellas que no trabajan pues pensando así, perdemos de vista a la pareja; pues recordemos que también el otro toma parte activa aún en la «pasividad» más exigua.
¿Es la infidelidad índice de salud?
Respecto al problema de si un individuo adultero puede ser considerado sano o no, Strean supone que «un matrimonio feliz consta de dos seres humanos felices», en este sentido, si bien acepta que la relación íntima conyugal es un catalizador para que surjan las patologías individuales, dada su múltiple necesidad de satisfacer necesidades arcaicas, concluye que, desde el punto de vista psicoanalítico, la patología y las necesidades de satisfacción infantil son las que hacen propicia la relación extraconyugal. Considera que un individuo, para ser feliz, no necesita de aventuras ni de la poligamia.
Hay que tener presente que la fidelidad no es síntoma de felicidad, ni de salud; podría hablarse del tipo de matrimonios simbióticos descritos por Scheffen, en donde las relaciones bipersonales regresivas se tornan tan asfixiantes que un amante, aunque utópico pensarlo en esas relaciones, resultaría deseable, por lo menos para «movilizar» dicha simbiosis o bien el cerco de goma que muchas familias poseen.
Tordjman considera al adulterio «… una verdadera prueba de fuego de la pareja: destruye aquellas en las que falta amor, y consolida las demás».
Así, más que buscar patologías, habrá que pensar que la infidelidad puede ser un síntoma de la larga serie de crisis por las que atraviesa la pareja y la funcionalidad, en vez de morbosidad, estará dada por la manera en que la pareja pueda comunicarse y superar la crisis.
Por otra parte, ¿qué hay de los engañados que niegan o no ven lo que su mundo les presenta?, ¿cuántos matrimonios existen en donde la infidelidad es lo acostumbrado?
En mi experiencia clínica, he podido observar que las parejas reaccionan a la infidelidad con algún tipo de conducta infiel (hablando con el ex novio, el ex marido, el compañero de trabajo, o bien devuelven la infidelidad). La pareja siempre subpercibe el engaño y la infidelidad pues se alteran ritmos, economía, sexualidad y los hombres se muestran totalmente intolerantes ante la «invasión» de la esposa a sus centros de trabajo.
En general, es muy tolerada la infidelidad masculina pues existen creencias que la sostienen tales como pensar al hombre más potente, con mayor necesidad sexual. He aquí una gran paradoja, pues se utiliza un argumento biológico para sostener un mito social, me refiero a aquello que el hombre debe ser: fuerte, racional, mujeriego, con éxitos más sociales públicos que privados y que se justifique su «sexualidad biológica».
La decencia del hombre no se altera por ser adúltero, al contrario, si mantiene a la amante hace alarde de su capacidad económica, sexual y social tradicional en cuanto al rol de macho.
Contrariamente, si la mujer es la infiel, son las mismas mujeres quienes atacan esta conducta, con comportamientos como la segregación y la denuncia al «pobre cónyuge engañado». Además que en las mujeres surge un autocastigo al ser infieles pues es contrario a la imagen pública de ser decentes. También es una manera de agredir pasivamente, de defenderse ante la devaluación de sus cónyuges pues para las mujeres es muy importante ser bellas y deseables a los ojos del otro.
La infidelidad a pesar de ser «tan común» es un choque contra la integridad, todos tenemos una opinión al respecto y si nunca la hemos padecido o la hemos percibido, pensamos que pondremos fin a la relación. Sin embargo, una vez que se descubre viene el choque emocional, el estallido de cólera, la humillación y la devaluación del sujeto engañado. Pero la ruptura no aparece, entonces se forman dobles mensajes. El infiel quien cae en el arrepentimiento primero se justifica y después exige que se le respete su tiempo y su libertad.
Por su parte, el cónyuge engañado se vuelve suspicaz y anda tras cualquier pista que le asegure que la relación extramarital llegue al fin. Cae en un círculo vicioso pues aumenta su dependencia en la medida en que su conducta depende por entero de «descubrir la verdad», pero ésta nunca llega por más que llegue a haber enfrentamientos con el/la amante.
El cónyuge engañado, se compara con el/la amante en físico, poder, dinero, inteligencia y muchas veces llega a identificar al amante mediante el teléfono, domicilio, trabajo, etc.
Son devastadores los efectos que estas pesquizas producen en el engañado pues éste se sitúa de inmediato en un rol inferior y sin guía social alguna. Es notorio que no existan soluciones o fórmulas sociales para enfrentarlo el conflicto y éste sea llevado a la sombra de la sociedad, se piensa que eso no puede pasarnos nunca, que las mujeres/hombres que lo padecen son unos tontos, que el amor es para toda la vida o al menos hasta que la muerte los separe. Siempre es al otro a quien le sucede pues es una especie de muerte.
Los engañados, por su parte atraviesan situaciones inéditas como la duda entre lo prohibido, lo permitido, lo bueno y lo malo. No hay guías satisfactorias acerca del plan de acción, ya no resultan satisfactorios los modelos de las mujeres que aguantaban al hombre «hasta que la muerte los separe», aunque continua existiendo una marcada dependencia psíquica y social hacia el otro. En hombres y en mujeres hay incertidumbre acerca del futuro, del dinero, de la posición, de los ataques masculinos respecto a la renuncia del estatus social actual.
Hago énfasis en el sufrimiento de las mujeres porque muchas veces la infidelidad de los hombres ocurre dentro de un gran contexto llamado violencia familiar, en donde «el hombre fuerte» manipula a la «mujer débil» y una manera de hacerlo es mediante la vejación de que su compañera tiene poco valor y utiliza las aventuras extramaritales como una especie de derecho que el género le otorga. En cambio, ante la menor sospecha de muchos hombres, de conductas de supuesto coqueteo por parte de su pareja, viene el hostigamiento o los golpes. Esta si es una situación social «tradicional», más común de lo que se piensa y genera patologías en la medida en que ni el hombre ni la mujer se desarrollan, más bien viven en un círculo vicioso, acrecentado por el aislamiento, dadas las ligas estrechas entre ambos.
Otra causal de infidelidad femenina es el abandono a que son sometidas las mujeres por sus cónyuges, ha aumentado el número de esposos adictos al trabajo, que descuidan a su pareja y que perpetúan y ponderan los éxitos laborales sobre los emocionales. Los hombres, en su opinión son el apoyo de la familia, pero a veces sólo se centran en lo económico y ante la demanda de la mujer, sostienen que ellos llevan la carga más pesada «al enfrentarse al mundo».
Retomando a Rougemont, habría que cuestionar la posibilidad de que el matrimonio en occidente ofrezca alternativas ante la paradoja en la que se funda, observamos que es la educación y el consiguiente prejuicio lo que impide todavía hablar de la infidelidad como algo sino sano, al menos frecuente en muchas parejas y hablarlo de manera abierta y responsable.
También creo que la distinción hecha por Rougemont se basa más en una amor romántico que en el «amor real». El amor real no es ni la felicidad, ni la pasión sino la compañía y la colaboración entre dos géneros a fin de crecer (lo cual duele) y de solucionar conflictos, incluída la infidelidad, lo anterior no siempre se logra, pues existe el prejuicio que discutir es pelear, que la diferencia es fricción y dificultad o bien enemistad y de que todos, hombres y mujeres lo sabemos todo. (Aunque ellos un poco más).
El tipo de estudios que se han realizado acerca de la infidelidad resultan limitados para la complejidad del fenómeno que, como vimos es multicausal y, los datos reportados en México, por el INEGI, son datos oficiales, dichos a una autoridad legal, quien tiene preconcebidos los tipos de divorcio (necesario y voluntario), aparte de no incluir a las parejas que viven en unión libre, lo cual reduce de manera considerable los factores a ser estudiados, entre ellos las emociones, la subjetividad, el aislamiento y la poca seriedad que las autoridades oficiales dan a este problema, pues se subestima «a la vieja loca» o se ignoran los terribles sufrimientos de la figura cómica del «cornudo» incapaz de llevar los pantalones de su casa.
En síntesis, las pruebas legales sobre la infidelidad en México resultan imposibles (se necesitan fotografías de los amantes, realizando el coito) y no pasan de ser una nota roja, o una nota rosa.
Por ello muchas personas que tramitan el divorcio ni siquiera mencionan el dato, ya que podrían ser acusados de difamación y en este sentido las estadísitcas en la práctica clínica, nos son de poca utilidad.
De acuerdo con Giusti, para la ruptura del vínculo matrimonial, se puede considerar suficiente: la pérdida de intensidad y calor emotivo, la insatisfacción sexual, la desaparición del placer de estar juntos, la pérdida de comunicación y es poco frecuente en cambio, que las parejas se disuelvan por culpa del amante, a veces éste sólo vienen a reforzar la relación
En la infidelidad se intenta obtener la satisfacción de carencias que no fueron satisfechas en el matrimonio, sólo se asegura el fin real de la separación, de donde la infidelidad pasa a ser el escape de un estado incierto e insatisfactorio, más que una alternativa real a un matrimonio acabado.
CONCLUSION
La infidelidad es uno de los tantos síntomas que enfrenta la pareja en crisis y no puede explicársele desde un punto de vista causalista.
Es un tema sujeto a polémicas porque en él confluyen infinidad de valores, actitudes, prejuicios y estereotipos.
Desde el punto de vista «patológico», esta conducta lo será toda vez que sean conductas repetitivas y estereotipadas que impidan el desarrollo de la pareja y/o de cada uno de los cónyuges en su propia vida y en su relación. Sin embargo, no hay que olvidar el hecho señalado por Lemaire de que es incierto pretender hablar de la pareja o de la familia como el estado ideal, ya que existen personas que necesitan estar solas o que así pueden funcionar mejor. Aunque aquí en México es muy mal visto tanto hombres solteros (bajo sospecha de homosexual) como de mujeres solteras (amargadas y quedadas, de poco valor).
Más que pretender hablar de la «crisis de la pareja» porque este tipo de conducta afecta a lo socialmente esperado, habría que concientizar a la población de que este tipo de procesos son comunes durante las crisis a las que toda vida está sujeta. A pesar de lo anterior, habría no obstante, que desempolvar las ideas «caducas» del amor socialmente esperado. De acuerdo con Lemaire, a la pareja, son cada vez más numerosas las tareas que se le ecomiendan, desde funciones económicas y sociales así como afectivas, en donde intervienen muchas partes primitivas y arcaicas de la personalidad que no son siempre placenteras para la convivencia. Así, el autor afirma que, efectivamente, la pareja está en crisis, pero no una crisis en la que tienda a desaparecer como institución, sino como una unidad que tiende a satisfacer mayor número de exigencias dentro de un marco económico y social cada vez más problemático que limita el tiempo de convivencia de la pareja.
Yo agregaría, respecto a la crisis de la pareja actual, que hay una incertidumbre acerca de lo que genéricamente el hombre debiera ser, pues éste se ha definido como lo opuesto a la mujer y al existir mujeres en lugares públicos (antes limitados a los hombres) son las mujeres muchas veces quienes sostienen a la familia, quienes ganan más, las de mayor escolaridad, las de mayor vida social, etc. Entonces la fuerte imagen del hombre preocupado por la vida pública y por realizar «las labores más importantes» se ve debilitada.
Sin embargo, hay que ver a la pareja como un sistema, en el cual de no cubrir las necesidades de sus miembros en el plano sexual, económico, de roles, de comunicación, etc., podrá darse algún tipo de relación extramarital que ponga su vida en peligro; pero, si a la inversa, vemos a la infidelidad como causa de una ruptura, perdemos de vista a la pareja como totalidad, porque la no satisfacción de los miembros puede traer como consecuencia no sólo la infidelidad, sino también la rigidez de los roles, la falta de comunicación, y lo más dañino, la violencia famililar.
Además, como ya se mencionó, en la elección de compañero operan no sólo factores conscientes y amorosos, sino también causas inconscientes y factores externos, los cuales influyen de manera efectiva en la decisión de hacer vida en común la cual no siempre puede ser tomada cuando la persona se haya consolidado como persona adulta y madura en toda la extensión de la palabra.
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