No basta con tener objetivos, con apuntarlos. Hay quien se satisface en la banal tarea de escribir lo que quiere alcanzar, y a partir de ahí se dedica a esperar.
El individuo excelente debe concentrarse en el fin que pretende, en el logro único de lo más productivo. No debe marcarse demasiados objetivos, pero aun teniendo pocos, debe actuar sobre uno y después sobre otro.
Dice Clausewitz que una de las claves de la victoria consiste en concentrar toda la fuerza sobre un solo punto del enemigo; a ser posible el mas débil. Concentrar nuestras mejores capacidades en la consecución de un logro único es garantía de éxito.
Nadie es capaz de atacar y defender al mismo tiempo o como se dice popularmente “etar en la procesión y repicando”. En la vida profesional nos vamos a encontrar frecuentemente con un aluvión de tareas; es el momento de de mostrar la eficiencia en el desempeño y la eficacia en la selección. Es aquí donde actuar sobre lo prioritario, sobre esos elementos críticos y minoritarios de los que depende el logro, va a condicionar que nuestro comportamiento se a excelente o, en caso contrario mediocre y caótico.
Todos los desafíos a los que nos enfrentamos son fruto y consecuencia de consecuencia de acciones pasada o incidencias externas no previstas. En relación con las segundas es aconsejable objetivar un comportamiento que evitase en lo posible la aparición de crisis, mediante la atención metódica a lo importante y la observación de los predictores.
Para el resto convendría que nos librásemos de la mayor parte, cuando no sean productivas e imprescindibles. Es imperativo que nos preguntemos periódicamente ¿Es necesario seguir haciendo esto? ¿De no seguir haciéndolo, que pasaría? ; Si la respuesta es “nada”, se deberían eliminar las tareas.
De esa forma podremos tener en mente futuro y objetivos. Si todas las acciones no sorprendentes o impuestas se transforman en rutinarias y delegables, la mayor parte de nuestro tiempo, como resultado consecuente se habría transformado en tiempo creativo.
Hay en todo caso tres tipos de tareas: las rutinarias, las odiosas y las deseables. Estas últimas deberían ser mayoritarias y sería conveniente que surgieran tras una elección inteligente, no vaya a ser que nos dediquemos a solucionar algo que nos divierte mucho, pero que no conduce a nada.
En el afán diario del ejecutivo hay, o debe haber un componente de pasión, de entrega, para que las acciones, una tras otra se conviertan en culminación de objetivos y satisfacción personal. Como en la relación de pareja, el seguimiento de lo rutinario y el cumplimiento con lo odioso, conducen generalmente al fracaso.
elvira says
Todas las cosas buenas hagamoslas con alma, vida y corazon, entonces todo se convierte en éxito