A lo largo de la historia, se constatan y aún subsisten profundas diferencias entre las personas que atentan claramente contra los derechos humanos. Estas diferencias están basadas en un conjunto de características de las personas y grupos sociales, dependiendo de su tipo de organización o sistema socio-económico.
En la mayoría de las sociedades de hoy se establecen diferencias, muchas veces marcadas por la inequidad, basadas no solamente en el sexo de las personas sino también en la clase social, la raza o la etnia, entre otros.
1. Derechos Humanos
Los derechos humanos son inherentes a la persona humana y no dependen de la nacionalidad de la persona ni de la cultura a la cual pertenezca. Son derechos universales que corresponden a todo habitante de la tierra. Precisamente, una de las características resaltantes del mundo actual es el reconocimiento de que todo ser humano es titular de derechos fundamentales que la sociedad no puede arrebatarle lícitamente. Estos derechos no dependen de su reconocimiento por el Estado ni tampoco son concesiones o regalos de éste. La expresión más notoria de esta gran conquista es el artículo 1″ de la Declaración Universal de Derechos Humanos: todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.
Los derechos son pues las capacidades que se atribuyen a las personas, para que puedan desenvolverse con libertad y equidad. Lamentablemente, aún existen millones de seres humanos que no pueden ejercer todos sus derechos debido a persistentes inequidades y a su relativo desconocimiento.
Los derechos humanos tienen las siguientes características:
• Innatos y congénitos, porque todos los seres humanos nacemos con ellos.
• Universales, en cuanto se extienden a todo el género humano en todo tiempo y lugar.
• Absolutos, porque su respeto se puede reclamar indeterminadamente a cualquier persona o autoridad.
• Necesarios, porque su existencia deriva de la propia naturaleza del ser humano.
• Inalienables, porque pertenecen a la esencia propia del ser humano.
• Inviolables, porque ninguna persona o autoridad puede actuar legítimamente en contra de ellos, salvo las justas limitaciones que pueden imponerse a su ejercicio, de acuerdo con las exigencias del bien común de la sociedad.
• Imprescriptibles, porque nunca dejan de tener vigencia, ni se extinguen.
Clases de derechos.
Existen diversas tipificaciones, pero la más básica y común es la siguiente:
Derechos civiles: Implican libertad para actuar sin impedimentos ni restricciones que obliguen a actuar de una manera no deseada. EL ciudadano puede hacer todo aquello que la ley no prohíba. Los derechos civiles son los siguientes: libertad de la persona, libertad de palabra, libertad de pensamiento y de fe, derecho a la propiedad personal y a establecer contratos válidos, el derecho a la justicia, etc.
Derechos políticos: Se refieren a la libertad para decidir libremente y participar activamente en los asuntos públicos. Entre los derechos políticos están los siguientes: el derecho al sufragio y el derecho a ocupar cargos públicos.
Derechos sociales: Son aquellos que nos permiten participar de la riqueza y el bienestar que produce la sociedad. Los derechos sociales van desde el derecho a un mínimo bienestar y seguridad económica, hasta el derecho a compartir plenamente el patrimonio social, viviendo como seres civilizados, de acuerdo a los patrones vigentes en la sociedad.
A la par de luchar, por nuestros derechos y ejercerlos a plenitud, es importante que cumplamos todos nuestros deberes ya sea a nivel personal, familiar y social, así como en el terreno político y cívico.
2. Género.
El concepto de género se refiere a las «características, roles, espacios y rasgos de personalidad que la sociedad asigna a hombres y mujeres en función de su sexo y a las relaciones entre ambos». La sociedad determina lo que es adecuado para varones y mujeres y son los agentes de socialización (familia, escuela, medios de comunicación social, iglesias, amigos, etc.) los que reproducen, refuerzan, controlan y perpetúan estos patrones y roles de género.
Las desigualdades de género son aquellas que se dan en base al sexo de la persona, sustentadas en la creencia equivocada de que las diferencias biológicas de carácter reproductivo deben originar relaciones injustas de dominación entre hombres y mujeres.
2.1 Características de los roles de género.
Los roles de género, cómo ser hombre y/ o cómo ser mujer, al igual que otros roles sociales que se asumen, y que finalmente se convierten en estereotipos, son formados fundamentalmente en base a prejuicios. Los roles de género se caracterizan por ser:
Aprendidos, en base a las diferencias biológicas entre hombres y mujeres, que permiten diferenciarlos desde el nacimiento, la sociedad elabora, enseña y refuerza los rasgos que los tipifican. Estos rasgos se transmiten a través de los diversos canales de socialización. Desde la más tierna infancia deben niños y niñas asumir roles que van moldeando y formando su masculinidad y femineidad, de acuerdo a lo que la sociedad espera de ellos y ellas.
Acríticos, por lo general se asumen en forma inconsciente e irreflexiva, la mayor parte de la gente no cuestiona ni se pregunta por qué tienen que comportarse de determinada manera. Como el sustento de los roles de género actuales está basado en prejuicios, ellos se aprenden mecánicamente, dando la impresión de que son «naturales» y «normales», trasladando la diferencia biológica al plano socio-cultural.
Mutables, varían de acuerdo a la época y al tipo de sociedad, de allí la gran importancia que tienen los agentes de socialización, ya que estos roles podrían modificarse para no tener el peso y la discriminación que los ha caracterizado.
Englobantes, al aprender los roles de género, una persona los internaliza de tal manera que forman parte de su personalidad y de su manera de ser hombre o ser mujer. Los prejuicios que se siguen repitiendo como si fueran conocimientos correctos, involucran también las actitudes, las emociones, los sentimientos, y por tanto, los comportamientos.
3. Perspectiva de género.
La perspectiva de género o dimensión de género se refiere a un enfoque integral yn holístico, que incorpora a hombres y mujeres como integrantes de una sociedad en la que actualmente tienen relaciones inequitativas, y por tanto, luchan por construir un mundo más justo donde las relaciones entre las personas de diferente sexo sean igualitarias. La perspectiva de género, asume que la tarea no es sólo de Ias mujeres o de los movimientos feministas, sino de hombres y mujeres y de la sociedad en su conjunto, de comprometerse y luchar porque no existan relaciones discriminantes.
Sin embargo, el énfasis que se otorga a la dimensión de género no debe hacernos olvidar otros aspectos que han marcado las desigualdades e injusticias a través de la historia: las diferencias de clase y las diferencias raciales. Estas se expresan sobre todo en una sociedad como la nuestra tan diversa y compleja, con abismales desigualdades basadas en diferencias socioeconómicas a todas luces injustas, donde los sectores marginados de los beneficios socioeconómicos de la «modernidad» y de la tan comentada globalización, son precisamente los de siempre: los pobres; las personas con rasgos indígenas; las que habitan en la sierra, selva o zonas rurales; los menores de edad; etc.
Los efectos negativos de las anteriores diferencias, se incrementan en las mujeres que finalmente sienten agravada su situación de pobreza, marginación y abuso.
El enfoque, dimensión o perspectiva de género permite, por un lado, constatar y explicar las deplorables condiciones en las que se encuentran un significativo sector de la sociedad y, por otro lado, asumir el compromiso por la erradicación de las insultantes inequidades entre hombres y mujeres. Es necesario superar el estado actual de marginación y construir juntos roles equitativos, espacios donde no se discrimine a las personas por el sexo, y donde se puedan manifestar como seres humanos con iguales derechos y obligaciones.
La perspectiva de género trae implícito, necesariamente, el análisis de la dimensión política de cambio, transformación y erradicación de todo lo que sea marginador, excluyente, injusto y antidemocrático. Esto introduce la búsqueda y elaboración colectiva de nuevos paradigmas sociales, económicos y políticos, donde la equidad y la solidaridad sean lo esencial. Significa realizar un trabajo paralelo de construcción de una sociedad igualitaria en la que se destierren también las diferencias de clase social, raza, entre otras, y hacer realidad los derechos humanos para todos y todas.
Desde el surgimiento del dominio del hombre sobre la mujer (patriarcado), los roles de género han sido y son de tipo jerárquico e inequitativos, con un claro predominio a favor del hombre.
Generalmente, el hombre asume los roles de «jefe» del hogar, el conquistador, que puede tener varias compañeras sexuales, ser agresivo, emprendedor, activo, racional, inteligente, el proveedor de los recursos para el sostenimiento del hogar. Mientras la mujer asume los roles de ser la encargada exclusiva de los quehaceres domésticos, de criar a los hijos, de servir al esposo o conviviente, ser sumisa, cariñosa, fiel, recatada, pasiva, obediente, sensible. Estas características muchas veces son pensadas, cuando no aplicadas al interior de las empresas o centros laborales.
La superación de cualquier tipo de desigualdades supone, en lo fundamental, un cuestionamiento al modelo de desarrollo que sustenta tales diferencias; por lo que la perspectiva de género, resulta ser una opción de cambio, una opción por un paradigma distinto, en tal sentido no se puede seguir pretendiendo lograr el desarrollo sino se incorpora en la discusión el enfoque de género; y viceversa, no es posible limitarnos a trabajar la dimensión de género, sino se construyen paralelamente las condiciones para un desarrollo integral.
Es importante abocarse a trabajar por el desarrollo integral en el que debemos comprometernos todos, sin excluir a ningún actor, y aquí juegan un rol importante las empresas. Lo anterior significa tener en cuenta el aspecto económico, social, político, medioambiental, familiar y personal.
Económico, con un incremento significativo de la producción y con una opción equitativa en términos de la participación de hombres y mujeres en las actividades laborales.
Social, con una justa distribución de la riqueza y la equidad entre los seres humanos sin importar condición alguna, de sexo, de género, de raza, de clase social, etc.
Político, garantizando la participación equitativa en la toma decisiones y en la forja de una democracia que reconozca derechos y deberes iguales y respeto a las diferencias; tanto de género, raza, clase social, entre otras.
Medioambiental, con el desarrollo de una conciencia ambiental de hombres y mujeres cualquiera sea su condición socioeconómica, racial, etárea, etc., que cuestione el consumismo, la utilización de tecnologías contaminantes y la mera racionalidad de la ganancia en detrimento del medio ambiente que a la larga hará inviable la vida tal como hoy la conocemos. Por ello, muchos hablan hoy del “desarrollo sostenible” para referirse al logro de un desarrollo armónico con la naturaleza que permita el racional aprovechamiento de los recursos sin recortar el derecho de las generaciones futuras.
Familiar, propiciando el desempeño democrático de hombres y mujeres en las actividades domésticas, y el reconocimiento de su importancia y valor económico que muchas veces se deja de lado.
Personal, estimulando el desarrollo de las capacidades y potencialidades tanto de hombres como de mujeres, de los diversos sectores sociales, que vivan en distintos ámbitos geográficos, y que les permita desenvolverse con una elevada autoestima y actitudes igualitarias.
Actualmente, el mundo empieza a despertar de su letargo y a proponer cambios y modificaciones no siempre aceptados por todos, menos por los que de una u otra manera perciben que las nuevas relaciones sociales y el modelo de desarrollo que se aspira, son una amenaza a su poder y sus privilegios.
Una sociedad discriminadora generará, indudablemente, roles de género inequitativos. La gran tarea es, empezar a asumir y aprender roles equitativos y cambiar a nivel personal, en base a una conciencia crítica que pueda también impulsar un cambio mayor. Es decir, generar poder personal y social para cambiar tanto a nivel micro como macro, como sujetos y como sociedad.
De allí la importancia de las acciones de educación, información y comunicación orientadas a lograr la participación del hombre y la mujer en condiciones iguales tanto en la vida cotidiana como al interior de las empresas, asumiendo responsabilidades conjuntas en el ámbito público y privado, que incluyan la participación de ambos en el mercado laboral y en los órganos directivos de las instituciones, así como en las responsabilidades familiares, incluidas las decisiones y acciones referidas a la planificación familiar, la crianza y cuidado de los hijos y los quehaceres domésticos.
Tal vez una de las violaciones más comunes a los derechos humanos contra las mujeres sea el acoso sexual en el trabajo, tipificado éste como toda conducta no deseada que viole la dignidad de una mujer; o cree un ambiente en el trabajo que es intimidatorio, hostil, degradante, humillante u ofensivo; que puede expresarse en comentarios indecentes (ofensivos), o requerimientos sexuales a cambio de un ascenso u otro tipo de favor relacionado con el trabajo.
Una persona acosada, primero debe reaccionar asertivamente, y si no le escuchan cuando pide que dejen de acosarla o si tiene miedo de hacerle frente al acosador, la persona afectada debería informar a su empleador (a no ser, que el empleador sea la persona que acosa). Si el empleador no hace nada ante su queja, se puede recurrir ante las autoridades competentes.
Bibliografía
Portilla Valdivia, Arturo y Villasante Benavides, Alonso . (2006) Formación personal y gestión empresarial para jóvenes líderes. Arequipa, Perú.
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