Cuando escuchamos a los demás podemos aprender algo, en cambio si somos los únicos que hablamos, jama aprenderemos.
Muchos de nosotros tenemos el mismo problema. Nos enfrascamos de tal manera en lo que estamos pensando o en lo que diremos enseguida, que realmente no escuchamos lo que trata de decirnos nuestro interlocutor. Y al no escucharlo, no lo comprendemos.
Lo que muestran mayor interés en escuchar, que en hablar, no llegaron a dicha etapa por mero accidente. Son individuos generalmente más interesados en aprender, que en escuchar su propia voz. El oyente cuidadoso no solo aprende más sino que también es más agradable a los demás. Sabe comprender lo que escucha, observa los diferentes matices de los sentimientos y reflexiones que escapan por completo al oyente casual.
Sea paciente y evite interrumpir a la otra persona cuando está hablando. A nadie le agrada ser interrumpido en la mitad de una idea.
Si actúa con cortesía, se sorprenderá de la gran cantidad de ideas útiles que podrá recoger y las muchísimas personas que le mostraran su simpatía.
Por ultimo mantenga la mente abierta y los oídos receptivos. Cualquier persona tiene algo interesante que ofrecer. Si insistimos en cerrar la mente y los oídos, en un momento dado habrá algo valioso que jamás llegaremos a descubrir. Permita a los demás expresar sus opiniones y escúchelos atentamente, solo entonces ellos también estarán dispuestos a escucharlo.
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