La ciudad es un metabolismo artificial, como un ser creado por los hombres, cuyos alimentos son energía, materia e información. Un adecuado consumo de estos flujos y una prudente producción de la materia prima de los mismos significaron su evolución y la historia del avance humano. Su deformación, el principio de la crisis y la transformación de la ciudad en un fenómeno nocivo deteriorante.
En esta etapa auto-equilibrada y creativa, el intercambio de información fue su base y su aspecto más sustantivo. Los hombres dialogaron, encontraron la fuerza de su asociación. Se unieron primero en corporaciones, luego en cooperativas, en partidos políticos en centros de saber y de educación. Constituyeron poderes paralelos al poder autocrático, teocrático o aristocrático. Discutieron, limitaron y finalmente sustituyeron esas formas arcaicas para dar nacimiento a la democracia. Generaron formas modernas del saber a través de estructuras educativas abiertas. (Como la universidad, los colegios, los cenáculos, los ateneos, la escuela pública) en las que desde su origen la decisión consensual y la discusión dialéctica fueron la base misma de su propuesta.
En la etapa actual, la masificación sustituye la asociación y la dosis reiterativa fría y consumista de información a distancia (televisión, radio, discursos, meetings masivos) restituye la dominación de unos pocos sobre los demás.
Mucho se ha hablado del cuarto poder, la prensa y medios de comunicación masivos que son un poder efectivo, que sirvieron y sirven para equilibrar el centralismo del poder en el estado o en sus grandes empresas monopólicas. Pero cuando es absorbido por ese centralismo, o se constituye en un poder absoluto al servicio del consumo alienante, es una forma alarmante de factor dominador. La masa inerte que recibe es informada sobre que debe comprar, botar o estudiar, qué da prestigio o dinero y qué no.
Este consumo de información, propuesto de manera creciente por las dimensiones tecnológicas y apoyadas por la industria de bienes de consumo prescindibles (televisores, computadoras, máquinas tragamonedas, juegos de video) contiene un riesgo grandioso: La alienación masiva.
Antes no se podía imaginar en su real dimensión este condicionamiento a la libertad y creatividad, pues hoy es sutil. Y es difícil convencer a los niños, adolescentes y millones de adultos que se ensimisman con la información no retro-alimentable recibida a diario, que no es de ese modo que se van a liberar de nada.
Hay momentos en que funciona la supuesta obsoleta ciudad histórica. La gente sale a bailar a las calles a manifestar su ansiedad, sus triunfos, sus quejas. Y es la plaza, la calle, el monumento a sus próceres, quienes brindan sus significados y sus espacios para el intercambio directo de información. Esta estructura piramidal de información dirigida se transforma, en retro-alimentable.
La gente se expresa cuestionando aquello que no comprende o en lo cual no cree. Surgen líderes y voceros naturales, renace el circuito de la comunicación, que es información de ida y vuelta. Renace la creatividad colectiva, que permite la individual.
El metabolismo de un saber y una conciencia individual y colectiva funcionó y se consumió lo necesario para alimentar la espiral de la evolución permanente.
Los flujos de materia y energía son los alimentos del metabolismo urbano, se habla de las causas y efectos de la contaminación que producen sus desechos (efluentes industriales, basura, aire contaminado) y de sus consecuencias sobre la salud humana y la calidad del paisaje urbano.
Por otro lado, los flujos de mala materia y energía, son consecuencias de decisiones de consumo que los hombres toman según su voluntad ¿Qué decisiones puede tomar un pueblo mal informado o sin capacidad de intervención consciente y no alienadamente, en aquellas decisiones?
De los flujos de información-comunicación dependen las decisiones y de estas el fluir de la materia y la energía. Una sociedad que consume solo lo necesario, recicla todo lo posible y evita evacuar desechos contaminantes, es una sociedad en la búsqueda del auto-equilibrio y la preservación de su propia vida. Y ello es una decisión consciente en cuanto a evitar impactos negativos.
Fuente: La ciudad inurbana – Rubén Pesci
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