Muchas investigaciones han tratado de identificar los comportamientos del líder, según esta perspectiva, el liderazgo exitoso depende más del comportamiento, las habilidades y las acciones apropiadas y menos de los rasgos personales.
Los tres tipos generales de habilidades que aprovechan los líderes son las de órdenes técnico, humano y conceptual. Aunque esas habilidades se interrelacionan en la práctica, pueden analizarse por separado.
Habilidad técnica
Se refiere a los conocimientos de la persona y su capacidad en cualquier tipo de proceso técnico. La habilidad técnica es la característica distintiva del rendimiento laboral en los niveles operativos y profesional, pero conforme se promueve a los empleados hacia responsabilidades de liderazgo, sus habilidades técnicas se vuelven proporcionalmente menos importantes.
Habilidad para relacionarse
Es la capacidad de trabajar efectivamente con otras personas y tener éxito en el trabajo de equipo. Ningún líder en ningún nivel organizacional escapa al requisito de la habilidad para relacionarse. La falta de habilidad para relacionarse ha motivado la caída de muchos gerentes y directores.
Habilidad conceptual
Es la capacidad para pensar en términos de modelos, marcos de presencia y relaciones amplias, como en planes de largo plazo.
Se vuelve cada vez más importante conforme se asciende a los puestos altos. La habilidad conceptual se relaciona con ideas; la habilidad para relacionarse con personas y la habilidad técnica con objetos.
Habilidad situacional
Es evidente que el liderazgo es situacional, en una situación la acción A sería la mejor mientras que en la situación siguiente sería preferible la acción B.
Tratar de que todos los líderes encajen en un modelo estándar suprime las diferencias creativas y también produce ineficacia.
En ocasiones los líderes deben resistirse a la tentación de ser visibles en una situación. Aunque el buen liderazgo entraña un conjunto de comportamientos, no debe confundirse con la mera actividad cuando esta es innecesaria.
La agresividad e interacción constante con los demás no es garantía de buen liderazgo. En ocasiones la acción correcta del líder es permanecer en segundo plano para no ejercer presión sobre el grupo ni postergar la toma de decisiones.
En otras, el líder debe ser más decisivo, directivo y controlador. La tarea clave de un líder es reconocer las diferentes situaciones y adaptarse a ellas de manera consciente.
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