En el trabajo algunos estímulos presionan ciertos “botones” de nuestra mente hasta hacernos explotar de ira y destruir la confianza y la comunicación.
Cuantas veces reaccionamos desproporcionadamente y no dejamos a las personas terminar de explicar su punto de vista. El ser humano tiene botones “críticos” que al ser presionados generan conductas explosivas que destruyen a la comunicación. Cuando nos ocurre, es como si un ser extraño a nosotros tomase el control de nuestra mente y nuestro cuerpo. Y Una vez que pasa tomamos conciencia de lo que hicimos y nos arrepentimos sin llegar a entender porque ocurrió.
Existen dos probables causas importantes que originan esta reacción:
Tener una niñez traumática; si nuestros padres explotaban frecuentemente, es probable que nosotros hayamos aprendido a hacer lo mismo. Y si recibimos poco amor, cariño y respeto de nuestros padres, nos generaron frustraciones subconscientes que favorecen conductas explosivas. Ante situaciones que nos evoquen momentos difíciles de la niñez, es probable que reaccionemos de forma explosiva.
El estrés en el trabajo; a medida que tenemos más problemas en el trabajo, o las frustraciones, tensiones y miedos se acumulan hasta cualquier situación aprieta un botón y explotarnos con fuerza. ¿Qué hacer? Tomemos conciencia. ¿Cuáles son los botones que disparan conductas agresivas en nosotros?
Estudios determinan que el principal disparador de la ira son situaciones en las que nos sentimos en peligro físico, pero sobre todo cuando las afectadas pueden ser nuestra autoestima y nuestra dignidad. Si tenemos una sólida autoestima, aun en las circunstancias más difíciles de la vida, nos sentiremos más seguros y estaremos menos propensos a explotar.
Un antídoto para desactivar los “botones” es pensar más en los demás. No permanecer a la defensiva, tomar una actitud de servicio para comprender y aceptar a las personas.
Nuestro ego es como un guardián permanente que vigila el mundo para ver si los estímulos externos lo favorecen o maltratan. A penas ve la más mínima posibilidad de que salga maltratado, corre y presiona los botones mentales y los hace explotar. Pero nosotros no somos nuestro ego. Tener una actitud de servicio implica darle descanso a ese guardián, orientarse hacia los demás y así mejorar nuestras relaciones interpersonales.
Otro antídoto es la respiración. Cuando presionen en nuestros “botones” respiremos profundamente. La respiración cambia la fisiología de nuestro cuerpo y nos relaja, corta los cables mentales que unen los botones con nuestro cuerpo. Cuando se enfrente a una situación difícil recurra a este consejo y respire profundamente. Vera como lo que parecía un incendio masivo descontrolado es realmente una pequeña chispa.
Desactivemos los botones que nos hacen explotar. Entendamos que nuestras mentes interpretan una percepción de la realidad y no la realidad absoluta.
Respiremos profundamente y tomemos el tiempo para analizar la situación con calma y elegir nuestras acciones.
Agregue un comentario