Hay quienes tienen la actitud de resistirse al cambio, bien sea en su entorno domestico o laboral, y luchan por mantenerse así abierta o solapadamente.
Cualquiera de esas actitudes da lugar a una dura batalla emocional. Tanto las empresas como las personas tienen que cambiar para sobrevivir, y siempre ha sido así.
A menudo desperdiciamos mucha más energía aferrándonos a las creencias y a las formas tradicionales de hacer las cosas que la que necesitaríamos para asumir nuevas.
Si su empresa o su entorno están cambiando, es un indicador que le avisa que usted tiene que cambiar también. Es preciso que nuestros hábitos de trabajo reflejen las demandas que se nos hacen a nosotros y a nuestra empresa u organización.
Luchar por hacer las cosas de un modo que no es efectivo es como viajar a 100 km/h en segunda velocidad, es una marcha brutal y un tremendo desgaste para el sistema motor.
Tenemos una opción para elegir como reaccionar ante un cambio. Nuestra propia actitud ante una situación refleja si nos sentimos animados o amenazados ante los retos que tenemos que afrontar.
La clave estriba en analizar cómo han cambiado las reglas del juego, en identificar las nuevas prioridades y en entrar con toda decisión y sinceridad en aquellos terrenos en los que podamos sacar el máximo partido a nuestros esfuerzos.
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