La importancia de conocer cuál es nuestra posición como consumidores frente al entorno cultural, social, ecológico en el que nos desenvolvemos, debe ser de gran preocupación, responsabilidad y toma de acciones inmediatas.
Un Consumo Crítico es aquel que se pregunta por las condiciones sociales y ecológicas en las que ha sido elaborado un producto o producido un servicio. Es una actitud diaria que consiste en elegir de manera meticulosa lo que compramos sobre la base de dos criterios: la historia del producto y la conducta de la empresa productora, señalándole al sistema los métodos productivos que aprobamos y los que condenamos.
Un Consumo Ético es aquel que se ejerce cuando se valoran opciones justas, solidarias o ecológicas y se consume de acuerdo con esos valores no en función del beneficio personal.
Una forma consciente de consumo ético es la austeridad, dándole mayor importancia a otras actividades que al hecho de consumir, con la capacidad de distinguir entre necesidades reales e impuestas; organizándolas y garantizando la satisfacción de las necesidades fundamentales de las personas con el menor despilfarro.
La incorporación de estos valores en nuestro consumo no presume disminuir el bienestar y la calidad de vida, todo lo contrario. Todo esto implica a todas las esferas de nuestra vida, a nuestras opciones más personales y supone un esfuerzo que llevarlo a cabo no es imposible.
La toma de conciencia en el ámbito personal y construir en los demás una conciencia colectiva, serian los primeros pasos para lograr este cometido, así también la voluntad de vivir de forma responsable en lo cotidiano, el trabajo, el ahorro y sobre todo en el consumo.
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