ANTECEDENTES BIOGRÁFICOS
Gordon Allport nació en 1897 en Indiana y. creció cerca de Cleveland, Ohio, en Estados Unidos. Fue hijo de un médico rural. Describió su vida, Hogareña y práctica pero humanitaria, corno caracterizada por «piedad protestante llana y trabajo duro». Allport escribió poco respecto a su infancia; dijo que había pasado solo ésta. Era experto en lenguaje, pero deficiente en deportes y Juegos.
Después de graduarse del bachillerato, su hermano Floyd, quien también se convirtió en un psicólogo distinguido, lo animó a solicitar su ingreso en Harvard, donde él había asistido. Corno estudiante no graduado, Allport se concentró en la psicología y en la ética social Y en su tiempo libre realizaba actividades de servicio social. Dirigió un club de jóvenes en el West End de Boston, prestó servicio corno encargado de la vigilancia de presos con libertad condicional en la Sociedad Familiar y ayudó en otros grupos.
Al graduarse, aceptó una oportunidad para impartir clases de inglés y sociología en el Robert College en Estambul, Turquía, labor que fue un precursor temprano del Cuerpo de Paz. Disfrutaba la enseñanza y en este punto aceptó una beca de Harvard para hacer estudios de posgrado en psicología. Recibió su doctorado dos años después, en 1922. Su tesis, An Experimental Study of the Traits of Personality, fue también el primer estudio estadounidense sobre los rasgos de la personalidad.
Otra beca para viajar al extranjero dio a Allport la oportunidad de conocer a Freud. Su encuentro fue como sigue: Cuando llegó, Freud estaba sentado en silencio, al parecer esperaba que Allport le dijera la razón de su visita. Sin embargo, este último sólo tenía curiosidad. Entonces le vino a la mente un acontecimiento que supuso podría interesar a Freud; se refería a un niño pequeño que tenía una fobia que al parecer se estableció muy temprano en su vida. Le contó acerca de un suceso que había acontecido en el tranvía en el trayecto hacia la oficina de Freud; un niño pequeño que obviamente tenía miedo de la suciedad decía a su madre en forma continua que no deseaba sentarse en un asiento sucio o cerca de un hombre sucio. Cuando Allport terminó, Freud lo miró y dijo: «¿Y ese niño pequeño era usted?» Allport quedó sorprendido, pero recuperó la compostura y cambió el terna. Aun así, fue sacudido y nunca olvido el incidente. De este modo, comenzó a creer que la atribución de Freud de la mayor parte de las conductas a motivos inconscientes era incorrecta y que era necesaria una teoría alternativa de la motivación. En su propia teoría, Allport no exploró el lado oculto de la personalidad; no estaba de acuerdo con el énfasis de Freud en la sexualidad y en las motivaciones inconscientes.
A su regreso de Europa, Allport comenzó a impartir ética social en Harvard, donde desarrolló y enseñó lo que probablemente haya sido el primer curso sobre personalidad ofrecido en Estados Unidos. En 1926 renunció para ingresar como asistente de profesor de psicología en Dartmouth, pero en 1930 regresó a Harvard, esta vez para siempre. Sus contribuciones en esta Universidad fueron muchas. De manera más notable, «fue un defensor importante de los estudios interdisciplinarios y un líder en la creación del departamento de relaciones sociales1 el cual combinaba programas de licenciatura en psicología, sociología y antropología. Sus honores profesionales fueron múltiples y fue un profesor popular y respetado. Murió en 1967, un mes antes de cumplir los setenta años de edad.
LA NATURALEZA DE LA PERSONALIDAD
Allport describió y clasificó más de 50 definiciones de personalidad antes de desarrollar una propia en 1937. Después de trabajar con su definición por muchos años hizo una revisión de ésta en 1961. El resultado final fue el siguiente: «La personalidad es la organización dinámica dentro del individuo de aquellos sistemas psicofísicos que determinan su conducta y pensamiento característicos». Cada palabra en esta definición fue elegida con cuidado. La personalidad es organizada (estructurada), dinámica (con movimiento y cambiante), psicofísica (implicando tanto a la mente como al cuerpo), determinada y característica.
Las teorías que plantean etapas de desarrollo de la personalidad tienen el potencial de implicar discontinuidad, debido a que cada etapa implica una organización diferente de la personalidad a la de la etapa que la antecedió. Allport creía que la teoría psicoanalítica de Freud, si bien delineaba etapas de desarrollo, no se percata por completo de este potencial debido a su énfasis primario en los factores individuales e intrapsíquicos. Los elementos dentro de la teoría de Freud señalaban hacia la discontinuidad, sin embargo, permanecieron semicerrados.
RASGOS
Con la posible excepción de Raymond Cattel, Allport ha explorado el concepto de rasgo con más detenimiento que cualquier otro teórico de la personalidad. Allport propuso una concepción biofísica de los rasgos como estructuras neuropsíquicas ( 1937). Enfatizó que los rasgos son estructuras auténticas dentro de una persona que influyen en la conducta; no son simples denominaciones usadas para describir o clasificar conductas.
Allport definió a un rasgo corno una tendencia determinante o predisposición a responder ante el mundo en ciertas formas. Los rasgos son consistentes y perdurables; explican la consistencia en la conducta humana. Allport sugirió que los rasgos pueden ser considerados. El rasgo, corno la personalidad, no es inobservable en principio. Con el tiempo.
Allport distinguió entre rasgos individuales y rasgos comunes (1937). En sus últimos escritos, para aclarar su opinión, usó los términos «rasgos comunes» y «disposiciones personales.
RASGOS COMUNES
Un rasgo común es un constructo hipotético que permite comparar a los individuos dentro de una culta determinada. Aunque no se puede decir que dos personas poseen rasgos idénticos, es posible descubrir rasgos comparables en forma aproximada que permiten equiparar las predisposiciones que se tienen en común con otras personas. Los individuos normales en cualquier cultura específica tienden a desarrollarse a lo largo de modos o líneas de adaptación similares. En una sociedad competitiva, la mayoría de los individuos desarrollan un nivel de asertividad o ascendiente que puede ser comparado con el grado de asertividad en otros. Hay varios aspectos dé la personalidad con respecto a los cuales todas las personas en una cultura determinada pueden ser comparadas.
DISPOSICIONES PERSONALES
Pueden hacerse comparaciones entre personas pero en el último análisis ningún par de individuos serán exactamente iguales. Una disposición personales, corno un rasgo, una característica determinante general, pero es única para el individuo que la tiene. Aunque no pueden hacerse comparaciones entre disposiciones personales, éstas son necesarias si se ha de reflejar con precisión la estructura de la personalidad de un individuo particular. Mientras que los rasgos comunes colocan a los individuos en categorías comparables, las disposiciones personales, sin son diagnosticadas de manera correcta, describen de forma más precisa el carácter único del individuo.
Cada uno de nosotros tiene disposiciones personales que son de mayor o menor importancia. Si una de éstas es tan penetrante que casi toda la conducta del individuo parece estar influida por tal disposición, es llamada una disposición cardinal. Un ejemplo sería un ansia extrema de poder, tan intensa que casi cualquier acto del individuo puede encontrarse gobernado por tal deseo.
Las disposiciones centrales se refieren a tendencias muy características de un individuo. Proporcionan los adjetivos o frases que una persona podría usar para describir las características esenciales de otro individuo, como en una carta de recomendación. Allport sugirió que el número de disposiciones centrales necesario para describir las características esenciales de un individuo por lo común varía entre cinco y diez.
Las disposiciones secundarias son tendencias enfocadas más específicas que a menudo son de carácter situacional y menos cruciales para la estructura de la personalidad. Un individuo puede tener una gran cantidad de éstas. Un hombre podría ser dominante y agresivo en su hogar en su papel como padre, pero comportarse en forma sumisa cuando se enfrenta a un oficial de policía que le está imponiendo una infracción.
Cantor, expresó que el concepto de disposiciones personales puede ser complementado con una perspectiva cognoscitiva que proporciona lo que Allport, llamó un aspecto «del hacer» de la personalidad, centrándose en la manera en que las disposiciones son simbolizadas desde el punto de esta cognoscitivo y mantenidas en la interacción social. Esta perspectiva muestra cómo las personas entienden las tareas vitales en términos de sus esquemas que se encuentran a su alcance los patrones primarios de entendimiento del mundo), imaginándose diferentes dos futuros y desarrollando métodos cognoscitivos para moldear su conducta.
Esta perspectiva plantea la interrogante: ¿Cómo cambian las personas sus esquemas y tareas debido a su experiencia? Un énfasis en el aspecto del hacer; también puede ayudar a entender el carácter cambiante de la personalidad.
Una distinción importante entre los rasgos comunes y las disposiciones personales es la forma en la que cada uno es establecido y evaluado. El concepto de rasgos comunes se presta en sí mismo a la investigación psicométrica tradicional (escalas de estimación, instrumentos de prueba, etc.). El concepto de disposiciones personales requiere de metodologías nuevas que permitan surgir a la individualidad única de la persona. Se explorará esto más a fondo en la sección sobre evaluación e investigación.
EL PROPIO SER
La orientación humanista de Allport puede ser esta con mayor claridad en su concepto del propio ser. Allport creó el término «propio ser» para evitar los términos «ego» o ‘yo», los cuales creía que en usados a menudo como frases establecidas para aquellos elementos de la personalidad que no podían ser explicados en cualquier otra forma. El propio ser, propuesto por Allport, se refiere a las experiencias centrales de conocimientos de sí mismos que tienen las personas conforme crecen y progresan.
El propio ser es definido en términos de sus funciones o de las cosas que realiza. Allport describió siete funciones propias en una persona.
Ninguna de éstas es innata; más bien, se desarrollan en forma gradual a través del tiempo conforme un individuo se desplaza de la infancia a la edad adulta.
La primera función propia que surge es el sentido del yo corporal. Consta de sensaciones en el cuerpo e implica llegar a conocer los límites del propio cuerpo. En éste, ciertas partes son enfatizadas considerándoseles más importantes que otras. Por tanto, los niños pequeños, cuando son instruidos para que se laven la cara y las manos, se laven las palmas y el frente de la cara pero de manera invariable pasan por alto el dorso de las manos y la parte anterior de las orejas.
La mayoría de nosotros, incluso como adultos, tendemos a localizar al yo en la región de la cabeza.
La segunda función propia, el sentido de identidad de sí mismo, se refiere a la conciencia de igualdad y continuidad internas. Los bebés no se perciben como individuos y no pueden distinguirse a sí mismos de otros objetos. De manera gradual, fuera de un todo indiferenciado, el bebé llega a distinguir entre interno y externo. El mundo externo es desarrollado primero; más tarde, el niño descubre un yo. Estas dos primeras funciones propias comienzan a surgir de los dieciocho meses de edad den adelante. El desarrollo de la propia conciencia depende también de la maduración del sistema nervioso central.
Entre los dos y los tres años de edad se desarrolla la tercera función propias autoestima. Es comparable con la etapa de autonomía propuesta por Erikson, la cual refleja la necesidad del niño de sentir control sobre el yo y otros objetos. Aproximadamente a los dos años de edad los niños están ávidos de hacer cosas por sí mismos y por lo general no desean que otros los ayuden. Una característica del naciente sentido de autoestima del niño es el negativismo.
Entre los cuatro y los seis años de edad surgen otras dos funciones propias: la autoextensión y la imagen de sí mismo. La autoextensión se refiere a un sentido de posesión. Los niños reconocen que ciertos juguetes y personas les pertenecen y los identifican. La imagen de sí mismo se refiere a un conocimiento de la expectativa de los demás y su comparación con la propias conducta. Los niños llegan a entender las expectativas paternas y a percibir en sí mismos el grado en que satisfacen o no esos roles esperados.
Por último, durante la adolescencia, surge la función de la lucha propia. La lucha propias se refiere a· la proyección de propósitos y objetivos a largo plazo y al desarrollo de un plan para lograrlos.
Allport creía que hay una diferencia marcada entre el infante y el adulto. El niño representa a un «horror no socializado», dependiente, impaciente, buscador de placer, gobernado en gran medida por impulsos biológicos no aprendidos, que puede tolerar poca demora en la satisfacción de esos impulsos y reflejos.
El niño será transformado de un organismo dominado biológicamente a adulto maduro desde el punto de vista psicológico. La persona adulta es discontinua del niño. El primero surge de este último pero ya no es gobernado por las necesidades del infante.
No sólo hay una discontinuidad radical entre el niño y el adulto maduro; Allport sugirió también que hay una discontinuidad radicalmente los adultos saludables y los neuróticos. La vida de estos últimos esta marcada por una parálisis cognoscitiva.
En sus esfuerzos por encontrar seguridad los neuróticos reaccionan en formas rígidas e inflexibles. Estos individuos continúan comportándose como niños, dominados por impulsos y conflictos infantiles. Sus propios seres están subdesarrollados y sus motivos siguen estando ligados a las necesidades primarias.
AUTONOMÍA FUNCIONAL
Relacionado en forma estrecha con los conceptos de Allport sobre el propio ser y la discontinuidad está el concepto de autonomía funcional el cual implica que la motivación adulta necesariamente está vinculada con el pasado. Una conducta específica puede convertirse en un objetivo en sí misma sin importar su intención original. Por tanto, los motivos de un adulto no se relacionan en forma necesaria con las experiencias anteriores en las que apareció de manera inicial el motivo o actividad; son contemporáneos de las conductas mismas.
Por ejemplo, imaginemos que el padre del pequeño Johnny era un fanático del béisbol. Durante su tiempo libre y los sábados jugaba béisbol con su hijo. Al principio, Johnny jugaba con su papá para obtener su atención y para complacerlo. Durante sus años escolares, Johnny también jugó béisbol con los otros niños de su vecindario y fue un integrante activo de la liga infantil. Descubrió que era competente en el juego y, lo que es más, lo disfrutaba. En el bachillerato y la universidad, participó en el programa deportivo local. Más tarde, fue reclutado para jugar con una liga mayor. En la actualidad, cuando está bateando para los Yankees o para los Dodgers, ¿tiene sentido insistir en que su motivo para jugar béisbol continúa siendo complacer a su padre? ¿No parece más razonable sugerir que juega porque disfruta el juego y las recompensas financieras que le proporciona? Sus motivos presentes son por completo diferentes y libres de sus motivos originales.
Allport se refiere a dos niveles de autonomía funcional: autonomía funcional perseverativa y autonomía funcional propia.
La autonomía funcional perseverancia se refiere a actos o conductas que son repetidos aun cuando pueden haber perdido su función original; no son controladas por el propio ser y no tienen conexión genuina con éste.
La autonomía funcional propia se refiere a aquellos intereses, valores, actitudes, intenciones en un espíritu de rebelión contra sus padres, comenzar a fumar cigarrillos, lo cual ella sabe que los molestará. En su etapa adulta, puede continuar fumando cigarrillos, mucho después del periodo de rebelión adolescente. La autonomía funcional perseverativa se refiere a actividades repetí ti vas tales como las compulsiones, adicciones a fármacos o alcohol, conductas ritualistas o rutinarias.
El Fundamento de Allport para desarrollar el concepto de autonomía funcional propia es el deseo de enfatizar el concepto de que vivimos en el presente, no en el pasado.
UNA DEFINICIÓN DE MADUREZ
Como se ha visto, Allport creía que hay una discontinuidad radical entre la personalidad neurótica y la saludable. Allport coincidía con Carl Jung en que demasiados teóricos de la personalidad concentran su discusión de ésta en las características del neurótico y consideran a la salud simplemente como la ausencia de síntomas neuróticos. En su discusión, Allport planteó seis criterios de madurez.
Extensión del sentido del yo. Los adultos maduros participan en forma genuina en ámbitos importantes del logro humano. Están interesados en los demás y consideran el bienestar de otras personas tan importante como el suyo. Su sentido del yo no se limita a sus propios yos, sino que abarca muchos intereses.
Relación afectuosa del yo con los demás. Los adultos maduros son capaces de relacionarse en forma estrecha con otras personas en situaciones apropiadas. Son compasivos y capaces de tolerar muchas diferencias en los seres humanos. En sus relaciones, no se imponen sobre los demás ni obstaculizan su propia libertad de identidad.
Seguridad emocional (autoaceptación). Las personas maduras son capaces de aceptarse a sí mismas y a sus estados emocionales. Sus sentimientos, aun cuando no siempre son agradables, no conducen a actos impulsivos o a acciones que hieren a los demás. Están lo bastante seguros como para aceptarse a sí mismos y, no desear ser alguien más.
Percepción, habilidades y asignaciones realistas. Los adultos maduros no necesitan crear un mundo de fantasía, sino vivir en «el mundo real».
Son solucionadores de problemas y han desarrollado las habilidades apropiadas para completar sus tareas y labor asignadas. Más aún, su trabajo no es una carga para ellos, es una responsabilidad cuyo desato puede ser aceptado sin sentir autocompasión.
Autoobjetivización (insight y humor). El autodiscernimiento es algo difícil de adquirir. Las personas maduras conocen sus verdaderas capacidades. No necesitan engañarse o engañar a otras personas. Un corolario importante del insight es un sentido del humor. Los individuos maduros son capaces de reírse de sí mismos en lugar de sentirse amenazados por sus debilidades humanas. Dicho humor debe distinguirse del sentido ordinario de lo cómico. El sentido del humor al que se refería Allport implica reconocer las conductas absurdas que compartirnos con los demás debido a nuestra humanidad común.
Filosofía unificadora de la vida. La madurez implica un entendimiento claro de los objetivos y propósitos en la vida. En la persona madura, esta filosofía está presente con claridad y se enfoca de manera externa. Es influenciada en forma intensa por una serie de valores que pueden incluir sentimientos religiosos, pero que no los incluyen de manera necesaria. Además, una filosofía unificadora de la vida es gobernada por una conciencia genérica. La conciencia del tener que hacer característica de la infancia es reemplazada por la conciencia del deber hacer del adulto. Mientras que los valores del niño son introyectados de los demás, los del adulto surgen de un estilo de ser elegido y se basan en juicios propios.
El impulso de crecer y satisfacerse uno mismo está presente desde el nacimiento. Tenemos la capacidad de desarrollar y seguir un estilo de vida creativo. Además, con la madurez podemos diseñar y efectuar nuestros planes en forma consciente sin ser obstaculizados por fuerzas inconscientes del pasado. Su teoría se adhiere al concepto de autorrealización propuesto Jung y al constructo del yo creativo de Adler y señala hacia los conceptos Rogers y Maslow. Este último reconoció en forma explícita la influencia Allport en su interés por el estudio de las personas autorrealizadas.
Referencia Bibliográfica
Luza, R., (2005), Psicología de la Personalidad, Arequipa, Perú
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