Las manifestaciones de la crisis social y medioambiental en todo el planeta son cada vez más visibles. Todos los días encontramos ejemplos a nuestro alrededor o en los medios de comunicación, del injusto reparto de la riqueza, el consiguiente aumento de la pobreza y los efectos que el actual desarrollo insostenible tiene para la naturaleza. Serían innumerables los ejemplos, desde los fenómenos migratorios, hasta la deforestación o desertización, pasando por la explotación laboral o el efecto invernadero.
Vivimos en una sociedad que favorece el consumismo, nos hemos convertido en la generación del usar y tirar. La publicidad nos bombardea con anuncios cuyo objetivo no es nuestro bienestar, sino hacernos parte de un sistema que reduce a las personas al papel de meros consumidores sumisos. Este modelo económico de producción y consumo tiende cada vez más a su agotamiento. Es impensable hacer frente a los problemas ecológicos y sociales que nos afectan sin detener la complicada maquinaria y estructuras que los producen.
Si bien es cierto como consumidores, tenemos una responsabilidad, pero también tenemos un poder, aunque en rmucho menor en relación a la primera. Con nuestra forma de consumir podemos influir en la marcha de la economía y del mundo de una forma directa.
Un consumo consciente y responsable, es el que está orientado al fomento de actividades satisfactorias para la naturaleza y las personas. Es una gran contribución y un decisivo instrumento de presión frente al mercado.
El concepto de Consumo Responsable es muy amplio, como lo es la propia actividad de consumir, pero el objetivo fundamental es el de crear conciencia ciudadana, incidir en los hábitos de consumo y dar a conocer las alternativas existentes para un consumo más ético, ecológico y solidario, potenciar alternativas sociales y de integración para de procurar un nuevo orden económico internacional.
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